“Echarán mano de un hombre siete mujeres en aquel tiempo, diciendo: Nosotras comeremos de nuestro pan, y nos vestiremos de nuestras ropas; solamente permítenos llevar tu nombre, quita nuestro oprobio.”, (Isaías 4:1).
En aquel tiempo, habla sobre los días de hoy en adelante. Veamos:
La revolución industrial arrancó a la mujer del hogar y la llevó hacia el trabajo. Con el tiempo, ella fue obligada a estudiar y a prepararse mejor. Al tiempo, fue dividiendo responsabilidades con el marido en el sustento de la familia.
Eso la separó del estado de dependencia del marido y la puso en condiciones de igualdad en las decisiones familiares. Se volvió independiente y cabeza como el marido. Tomó el liderazgo aislada del marido, convirtiéndose en su socia, con el derecho a ser cabeza también.
A partir de entonces, la familia pasó a tener dos cabezas. Y, por el andar del carro, tarde o temprano, él tomará el lugar de ella en casa y ella el de él en el trabajo.
Su avance costó el avance del marido.
¿¡Óptimo!? ¿¡Excelente!? ¿Pero a qué precio?
Paulatinamente, todo corre de forma natural. ¿Pero hacia donde? ¿Hasta qué punto el sexo frágil soportará el peso de las responsabilidades, hasta entonces ejercidas por él?
En la profecía, las siete mujeres representan a la mujer de los últimos días. Días que preceden al regreso del Señor Jesucristo.
Son libres, son independientes y cabezas. Se sostienen a sí mismas y atienden casi todas sus necesidades.
¿Qué les falta conquistar?
Falta conquistar al atropellado en las conquistas: al Hombre.
De aquí en adelante es cada vez más acentuado, Hombre, con “h” mayúscula, será tan raro como una perla negra. Y cuando uno fuera encontrado, ellas se rendirán, se humillarán y le implorarán para arrancarlos del oprobio y tienen el derecho de ser llamadas por su nombre.
Es claro que esa profecía no se aplica a las vírgenes prudentes, los nacidos del Espíritu Santo. Ninguna profecía condenatoria se aplica a los fieles del Señor Jesús. Porque, así como en Egipto los hijos de Israel fueron protegidos de las diez plagas, los nacidos del Espíritu serán guardados en estos días tenebrosos. Por eso, la necesidad de tener la vida transfigurada, como Jesús en el Monte Tabor.
¡Sean libres del espíritu de la ansiedad, en nombre del Señor Jesús!