Dios exige santidad, seriedad, lealtad y fidelidad; no solo hacia Dios, también hacia su prójimo
Usted sabe que nosotros, los cristianos, los que fuimos lavados en la sangre de Jesús, somos sacerdotes, de acuerdo a lo que dice el apóstol Pedro, dirigido por el Espíritu Santo. Al función del sacerdote es ofrecer a Dios ofrendas de sacrificio. Esa es nuestra obligación delante de Dios, pero no sólo como ofrendas económicas, porque es fácil tomar del bolsillo un billete de cien pesos y darlo. Él espera mucho más del ser humano, pero no respecto al dinero, y sí sobre su conducta.
Por ejemplo, cuando el hombre se casa, la esposa fue la ofrenda de Dios para él. Ella es su auxiliar, entonces todo lo que usted hace para ella está haciéndolo para el propio Dios. Y lo mismo sucede en relación al marido. Todo lo que la mujer hace para el esposo lo está haciendo para Dios.
Aquello que usted deposita en el altar representa su lealtad para con el Padre, su amor hacia Él. Todo lo que nosotros hagamos tiene que ser lo mejor, sea para la esposa, el marido, la obra en la Iglesia, etc. Nosotros tenemos que ser ejemplos, porque somos seguidores del Señor Jesús, somos Sus referentes aquí en la Tierra. Somos el Israel de Dios para el mundo incrédulo en el que vivimos.
Nuestra responsabilidad va mucho más allá de aquello que pensamos y de cómo procedemos. Muchas personas conocen la Palabra de Dios, pero viven una vida miserable y mezquina por haber despreciado la ofrenda de Dios. Él nos cobra santidad, seriedad, honrar nuestra palabra, lealtad, fidelidad, no solamente hacia Dios sino hacia las personas que conviven con nosotros. Es lo que dice la Ley de Dios. El primer Mandamiento es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”, (Mateo 22:37); el segundo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, (Mateo 22:39). Su prójimo es su padre, madre, hermano, esposo, esposa…
A veces usted no tiene la familia bendecida porque no trata bien a su esposa, o a su marido, entonces cree que el camino más fácil es el divorcio. Usted tiene una gran responsabilidad para con Dios, nosotros no estamos jugando con la fe, estamos hablando de vida, y vida en abundancia, pero eso también depende de nuestra ofrenda delante de Dios.
Que Dios bendiga a todos.
Texto extraído de la Palabra Amiga del obispo Edir Macedo