Al mismo tiempo que Job se lamentaba por su mala suerte, describía la grandeza de la obra de Dios, utilizando abundantemente aspectos de la naturaleza creados por el Padre. Un buen ejemplo: “Al dar peso al viento, y poner las aguas por medida.” (Job 28:25)
Muchos no se detienen a pensar: sí, el aire tiene peso. Tiene masa. Es materia, no es simplemente nada, pues de esa forma sería vacío. ¿Cómo podía un hombre como Job, aunque una vez haya sido próspero, tener acceso a tal información? Aunque era importante en su contexto, en su comunidad, el siervo de Dios que después cayó en desgracia estaba lejos de ser un hombre de las ciencias. Así como él, la mayoría de la población mundial todavía no tenía noción de eso. ¿Cómo puede ser que el libro de Job, escrito mucho antes que las informaciones fueran tan fácilmente encontradas como hoy, entiende eso? Con la metáfora de “dar peso al viento”, el personaje bíblico ya mostraba que el aire tiene masa, que se mueve.
La biblia, mucho antes de que esas informaciones estuvieran ampliamente disponibles al público, ya afirmaba al aire como materia, mucho antes de que el italiano Evangelista Torricelli (1608-1647, en la ilustración de al lado), contemporáneo de Galileo Galilei y su socio de investigaciones, realizara amplios estudios sobre el aire, como el que hizo para descubrir la presión atmosférica e inventar un aparato para medirla, el barómetro.
Hoy, la presión atmosférica es medida en milibares (con la sigla mb), siendo la normal de 1013 unidades al nivel del mar. Como el aire tiene peso, la gravedad lo atrae a la superficie de la Tierra. Cuanto más cerca está de ella, más peso. Cuanto más vamos subiendo, más el aire es escaso, menos denso, por lo tanto, con presión inferior. Ese es uno de los motivos por el cual algunos aviones son presurizados, o sea, mantienen la presión artificialmente en su interior para que los pasajeros y la tripulación no sufran la acción de la poca densidad del aire.
Prosiguiendo con los estudios de Torricelli y sus contemporáneos, sus sucesores lograron separar la atmósfera de nuestro planeta en cinco capas distintas, pero invisibles al ojo:
Tropósfera: la más baja, ubicada entre los 8 y 16 kilómetros de altura, es la más próxima a los seres vivos. En ella está contenido el aire que respiramos (y que tanto contaminamos).
Estratósfera: En ella está la famosa capa de ozono que envuelve al planeta y lo protege de gran parte de la radiación solar. Está entre los 12 y los 50 km de altura.
Mesósfera: La capa más fría de la atmósfera, entre los 50 y 80 km de altura.
Termósfera: Entre los 80 y 400 km del suelo, es la capa más extensa y más caliente, ya que absorbe más radiación solar.
Exósfera: La última capa, de aire extremadamente poco denso, limita a la atmósfera, pues más allá de ella ya se encuentra el espacio. Con la termósfera, forma la porción también llamada ionósfera.
Vale resaltar que la Biblia, como uno de los principales instrumentos de Dios para comunicarse con el hombre, ya contenía, en la época en la que estaba siendo escrita, la sabiduría que el Creador quería compartir con Sus hijos, mucho antes de la llegada de los aparatos tecnológicos y de la divulgación de los cuales disponemos hoy.