Aunque sea cada vez más escaso
El día parece no alcanzar para realizar todas las tareas. Y es en esa sensación de que el tiempo es cada vez más corto que el milagro de Dios se hace más visible. En el capítulo 3 del libro de Eclesiastés hay un texto bajo el título “Todo tiene su tiempo”, que muestra que hay tiempo para trabajar, para sonreír, llorar, conquistar; hay tiempo para que sucedan todas las cosas.
Ese pasaje bíblico nos trae una esperanza de que, para Dios, el tiempo siempre está a favor, porque todo sucede en el momento correcto, que Él determina. Por eso no debemos estar ansiosos con nada.
Hay quien dice que el tiempo cura todo, porque hace olvidar el peso de un pecado, o la profundidad de la tristeza. Pero, según el capítulo en cuestión, hay tiempo para todas las cosas, o sea, son fases y dificultades que tenemos que pasar, para que llegue el tiempo de cosechar, de sonreír y de tener un futuro mejor, que sólo puede ser considerado asó si lo peor fue vivido y se convierte en una referencia del transformación.
El tiempo del milagro
Hay quienes oran por un milagro. Pero, ¿por qué no orar para que llegue en el momento correcto y para que la ansiedad no entorpezca?
Olvidamos que Dios tiene el tiempo correcto para todo, y eso puede observarse en el cultivo de algún fruto: primero se planta la semilla, que es regada, crece, florece, el fruto nace, crece y después es cosechado para el consumo. No hay cosecha sin siembra, y no hay fruto solamente con la semilla.
El milagro necesita ser cultivado, para que nazca en el momento correcto. Lo importante es no desistir y no olvidarse de regarlo con fe, todos los días, porque sino la semilla no germina y el fruto no nacerá. Pero todo a su tiempo.