Durante esta semana, publicaremos fragmentos del libro “Mujer V” de Cristiane Cardoso, para que sirva de reflexión
“Busca lana y lino y con voluntad trabaja con sus manos.”
Proverbios 31:13
Una de las cosas más feas que una mujer puede tener es pereza, y ella lo sabe. La pereza nos hace sentir mal en relación a nosotras mismas y, generalmente, nos desahogamos con las personas a nuestro alrededor. Las cosas no funcionan como deberían, el tiempo pasa demasiado rápido, quedan tareas pendientes y de repente estamos gritándole a nuestros hijos, siendo rudas con un asistente y poniendo los ojos en blanco a espaldas del jefe. Y no enfurecemos sólo a las personas que nos rodean, nos enfurecemos nosotras mismas, pues en el fondo sabemos que es nuestra culpa. Podríamos haber hecho más, pero decidimos ser perezosas.
Nadie respeta a una persona perezosa, nadie escucha lo que ella tiene para decir. Las personas le hacen poco caso, es un hecho. Ellas simplemente no son lo suficientemente buenas para asumir cargos importantes.
La pereza no está asociada solamente al trabajo, sino a todo a nuestro alrededor: la manera en la que cuidamos nuestra apariencia y nuestra salud; la hora en que nos levantamos y comenzamos el día; la limpieza de nuestro cuarto o de nuestra casa; cómo nos comportamos en la escuela o en el trabajo, etc. Básicamente, todo en nosotras revela si somos trabajadoras o perezosas.
Generalmente, las personas atribuyen la pereza a la falta de tiempo. Dicen que no tienen suficiente tiempo para cuidar todo, pero si las acompañas durante todo un día, descubrirás dónde realmente gastan su tiempo… ellas gastan mucho tiempo en realizar sus tareas, no se esfuerzan para terminar lo que comenzaron y, la mayoría de las veces, son vagas y se distraen fácilmente. Las 24 horas del día nunca son suficientes para la persona que es perezosa.
Existen las que culpan a los otros por su pereza. Ellas dependen mucho de las personas para hacer las cosas. La barrera del idioma es un ejemplo clásico de eso. Muchas personas se aventuran a vivir en un país extranjero sin aprender la lengua de aquel lugar, y por un tiempo hasta lo consiguen. Pero llega un punto en el que se sienten completamente inadecuadas, en que tienen que aprender a hablar aquel idioma y no lo logran. En vez de hacer algo al respecto, terminan dependiendo de otros… son demasiado perezosas para aprender una nueva lengua.
La Mujer V es trabajadora. Ella no trabaja duro sólo con las manos, sino con la cabeza también. Ella está siempre aprendiendo cosas nuevas, siempre invirtiendo un poco más en sus habilidades. Y no necesita que nadie le mande hacer eso. Ella trabaja duro porque quiere.
Para ella no es un peso aprender un nuevo idioma, aprender a cocinar o aprender un nuevo trabajo. Muchas mujeres consideran un peso la lista más básica de cosas para hacer. La casa necesita limpieza, pero ella está muy cansada como para limpiarla, entonces enciende el televisor y se dice a sí misma que va a comenzar la limpieza más tarde. Es claro que cualquier programa que estuviere al aire la distraerá hasta que sea demasiado tarde para hacer todo lo que debe ser hecho.
Hay una pila de ropa sucia, pero ella se dice a sí misma que va a lavar un poco a la vez, así no necesitará pasar una tarde entera lavando y planchando. Pero nosotras sabemos cuánto tiempo toma planchar una camisa a la mañana cuando estamos atrasadas. Su ropa está cada vez más apretada, pero ella no quiere comenzar una dieta, no quiere hacer gimnasia; espera tener disposición para adelgazar hasta el momento en que esté tan encima de su peso que ¡la lucha para bajar será simplemente demasiado difícil!
En el momento en que algo se nos hace pesado, sabemos que no vamos a dar nuestro mejor al hacerlo… simplemente posponemos la situación. Y entonces comenzamos a culpar a los otros por nuestra pereza. “¡Nadie me ayuda con los quehaceres de la casa!”, o “¡yo también tengo una vida!”, o “¡no puedo pasarme el día entero lavando ropa!” o entonces “¡yo no sé porque estoy engordando!”… Nosotras sabemos cuando estamos trabajando de verdad y cuando no.
Cuando trabajamos con voluntad, aunque sea un trabajo arduo, mostramos que somos merecedoras de confianza, de un trabajo mejor, de un salario mejor, de cuidar de más personas y de tener responsabilidades mayores. En caso contrario, mostramos que no somos capaces de lidiar con más de lo que tenemos ahora, y tal vez ni de eso. La pereza es un sentimiento, y si tienes el hábito de vivir por lo que sientes, entonces tienes un problema. Tal vez hasta quieras conquistar algo, pero no sientes ganas de trabajar duro para que eso suceda y si es tu corazón el que dicta las reglas, acabarás rindiéndote ante la pereza.
Si escuchas a tu corazón, tomas decisiones basadas en lo que sientes. Tus sentimientos existen hoy y mañana pueden no existir más, pero las consecuencias vienen para quedarse. ¿Cuántas son las personas que hoy están enfermas sólo porque no tenían ganas de adoptar hábitos alimenticios saludables durante la mayor parte de su vida? ¿Cuántas mujeres pierden su matrimonio sólo porque no lo cuidaron cuando era necesario?
Es muy fácil cruzarse de brazos y criticar a la Mujer V. Ella es demasiado buena para ser verdad. Pero piense un poco, ¿será que todas nosotras no podemos ser mujeres trabajadoras? ¿Qué es lo que nos lo está impidiendo? Dios no espera que hagamos lo que no podemos, pero sí lo que podemos. Y si no hacemos por lo menos lo que está a nuestro alcance, ¿a quién podremos culpar?
Extraído del capítulo “Ella es disciplinada”, del libro “La Mujer V – moderna a la moda antigua”, de Cristiane Cardoso