Para vivir una vida cristiana de acuerdo con la voluntad de Dios es necesario mantenerse en guerra continua contra el reino de las tinieblas, o sea, hay que resistir a las tentaciones, a los consejos de los que viven en la iniquidad, a tener parte con ellos en este mundo, en fin, resistir a todo lo que la Palabra de Dios condena. Por eso es que los que se convierten al cristianismo deben ser entrenados con la Palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo, a fin de que estén preparados para la guerra que tendrán que librar diariamente contra el infierno, con la obligación de vencer. La lucha es de vida o muerte, ¡y no hay empate o cualquier tipo de acuerdo! O el cristiano es un victorioso o un derrotado. Si vence, heredará la vida eterna, pero si pierde, “tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” Apocalipsis 21:8. Por eso, el Señor Jesús les advirtió a Sus seguidores diciendo:
“No penséis que he venido para traer paz a la Tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama a hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de Mí, la hallará.” Mateo 10:34-39
La espada a la que Jesús se refiere simboliza Su Palabra. El hecho de que el Señor Jesús haga mención de ella significa decir que la lucha es individual, al igual que la espada es también un arma individual. El discípulo del Señor Jesús jamás puede esperar que alguien venza sus luchas por él: Tiene que vencer por sus propios esfuerzos, con la misma arma con la que sus hermanos han vencido.
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