Gran parte de su fama se debe a haber sido una sobreviviente del naufragio del Titanic, hace 100 años, pero también fue una gran activista por los derechos humanos
Debía ser un viaje inaugural lleno de pompa y triunfo. Sin embargo, cerca de 40 personas que horas antes estaban a bordo del inglés RMS Titanic, el mayor navío entonces construido, estaban en el bote salvavidas número 6 – eran pocos botes para los más de 2200 ocupantes de la embarcación cuyo constructor dijo que “ni Dios” podría hundir.
El contramaestre Robert Hichens, encargado del bote 6, quería apartarse lo máximo posible del casco del colosal navío, que desaparecía rápidamente después de chocar contra un iceberg. Temía que la succión causada por la gran masa que se hundía llevase consigo al pequeño bote salvavidas, entonces remaba más rápido de lo que sus ya cansados músculos le permitían. El agua helada y el peso del bote no le permitían avanzar mucho.
Pero una de las 38 mujeres a bordo se levantó (algo peligroso en aquellas circunstancias de equilibrio precario), después de insistir mucho para que Hichens tuviera piedad y regresara para rescatar al menos a algunas de las cientos de personas que todos escuchaban gritar pidiendo socorro en las heladas aguas del Atlántico Norte. El contramaestre, de acuerdo con su testimonio después del accidente, fue enérgico con aquella señora de aparente petulancia. En su interior, quería poder hacer algo, pero las decenas de vidas a bordo eran su responsabilidad, y él temía no sólo a la ya mencionada succión, sino también que náufragos desesperados intentaran subir desesperadamente al barco y lo dieran vuelta.
La señora que le pidió al marinero que regrese se hizo conocida históricamente como la “Inhundible” Molly, millonaria activista norteamericana conocida por sus trabajos a favor de los derechos humanos. A Margaret Brown (en la foto de arriba), en verdad, nunca le dijeron Molly en su vida. Recibió el apodo luego de su muerte, en 1932.
Margaret Tobin nació el 18 de julio de 1867 en la pequeña ciudad de Hannibal, Missouri, Estados Unidos. Hija de una humilde pareja de inmigrantes irlandeses, Maggie, como era conocida por sus conocidos, vivió con la familia en su ciudad natal hasta mudarse en búsqueda de trabajo a los 18 años a Leadville, en Colorado, junto a una de sus hermanas. Luego consiguió empleo en un edificio de departamentos.
Maggie había trazado un plan para su vida: casarse con un hombre adinerado, que pudiera garantizarle una buena vida, para que ella pudiera cuidar a su viejo y cansado padre. Aún así se apasionó por otro hijo de inmigrantes irlandeses, James Joseph Brown (foto a la derecha), también conocido como J.J. entre los suyos. “Jim era tan pobre como yo, no había tenido buenas oportunidades en la vida. Luché arduamente contra mi propia voluntad. Él era pobre, pero yo lo amaba. Finalmente, decidí que prefería estar con un hombre de pocas posesiones, pero al que amara de verdad, a estar con un millonario, del que sólo me atraería el dinero. Me convertí en la esposa de Jim Brown”.
Sólo que el pobre Jim era esforzado y, aunque no había tenido la oportunidad de terminar sus estudios, trabajaba duro y tenía un óptimo tino empresarial. En algunos años, era un próspero empresario del ramo de la minería, ya padre de dos hijos con Margaret.
Filantropía
Pero la vida de la dama de sociedad no era sólo lujo para la esposa del empresario. Maggie se involucró firmemente en la campaña por el voto femenino de fines del siglo XIX, siendo una de las principales responsables de que Colorado esté en la lista de estados que reivindicaban el derecho al voto femenino. Al mismo tiempo, trabajaba duro en cocinas comunitarias, proveyendo de comida a las sacrificadas familias de mineros (como en la foto de abajo).
En 1894, la familia Brown se mudó a una ciudad más grande, Denver, lo que generó mayores oportunidades sociales. Allí, se convirtió en una miembro muy activa del Club Femenino de Denver, luchando por la calidad de vida de las mujeres de la localidad, emprendiendo muchos trabajo filantrópicos. En 1901, aunque estaba comprometida con la educación de sus hijos, y el trabajo asistencial, continuó sus estudios y pasó a hablar alemán, francés, y ruso de forma fluida. En 1909, buscó una banca en el Senado de los Estados Unidos. El mismo año, se separó de Jim. Ella se involucraba mucho con el trabajo social, y él en los negocios, y la relación marido-mujer pasó a un segundo plano con el tiempo. Aunque hayan optado por el divorcio, ambos continuaron manteniendo una óptima relación, aunque diferente, basada en el respeto y el amor por los hijos. Aún a la distancia, continuaron cuidándose el uno al otro, siempre.
Jim estuvo de acuerdo sin pestañar en seguir ayudando financieramente a Margaret en la filantropía, y ella fue la figura clave en el origen de lo que hoy son los derechos de los niños y jóvenes en los Estados Unidos. Volvería a postularse para el Senado en 1914, pero su hermana, Helen, se casó con un barón alemán. Las estremecidas relaciones de su país con Alemania en vísperas de la Primera Guerra Mundial hicieron que Maggie desistiera de la candidatura.
A bordo del Titanic
Margaret hacía un gran viaje por Egipto, una excursión con otros millonarios de la sociedad norteamericana, cuando recibió la noticia de que un nieto estaba muy enfermo en Estados Unidos. Dejó al grupo y buscó regresar rápido a casa. Partió de Francia en el navío SS Nomadic, que hizo conexión con el RMS Titanic (en la foto de arriba), monumental obra de ingeniería que espantó al mundo por sus dimensiones. En su viaje inaugural desde Southampton, en Inglaterra, hacia Nueva York, en Estads Unidos, operado por la empresa británica White Star Line, la embarcación era el mayor objeto en movimiento fabricado por el hombre hasta su lanzamiento, en abril de 1912.
En algunos días, Maggie era una distinguida pasajera de primera clase del transatlántico. Pero el 15 de abril sucedió uno de los mayores accidentes navales de la historia: el Titanic chocó con un iceberg en el Atlántico Norte, y todo el mundo sabe el resto: 1.523 muertos de diferentes edades, clases económicas y nacionalidades, de las 2.240 personas a bordo.
Causas nobles hasta el fin
Haber sobrevivido al gran naufragio aumentó aún más la fama mundial de la activista. Ella la usó para conquistar la simpatía del público para causas como los derechos de la mujer, la preservación histórica y la educación infantil, entre otros. Entregó personalmente un gran trofeo a los tripulantes del RMS Carpathia (foto a la derecha), navío que se dirigió rápidamente al lugar del accidente del Titanic y ayudó a salvar más de 700 vidas. Durante la Primera Guerra, fue a Europa a trabajar para el Comité por la Frnacia Devastada, coordinando la reconstrucción de partes importantes de las ciudades de ese país, además de ayudar en la recuperación de soldados heridos franceses y norteamericanos. De regreso en su país, se convirtió en actriz de teatro, una pasión antigua que pudo realizar.
Siguió la interrumpida segunda candidatura al Senado y la Primera Guerra. En 1922, Jim murió. “Nunca conocí un hombre tan grande, tan fino y tan exitoso como J. J. Brown”, dice la participación impresa en el periódico cuando murió su marido. Siguió un fuerte embate en los tribunales entre Margaret y sus hijos, por la herencia de Jim. En un acuerdo, la activista se quedó con una fortuna en dólares que excedía los seis dígitos en valores actuales, y sus hijos también recibieron una importante cantidad. Sólo que la madre nunca más tuvo contacto con sus hijos, hasta su muerte en 1932, causada por un tumor en el cerebro.
Después de su muerte, sus luchas y conquistas no fueron olvidadas. Se volvió cariñosamente conocidas como la “Inhundible” Molly, algo que remitía tanto a su sobrevivencia al famoso naufragio como a su carácter firme. Su antigua casa en Denver hoy es un museo en su memoria, y ella tiene un ala especial en el Museo Titanic de Branson (foto de arriba), en su estado natal, en Missouri, además de información sobre ella en el recientemente inaugurado Museo Titanic de Belfast, en Irlanda, lanzado por el centenario del gran navío y su trágico fin.
Molly fue interpretada por varias actrices en el teatro, así como en la televisión y el cine. La interpretación más famosa de la “Inhundible” estuvo a cargo de la ganadora del Oscar Kathy Bates (en la foto de arriba), en la superproducción hollywoodense “Titanic”, de James Cameron, por más de 10 años la más taquillera de la historia, ahora relanzada en 3D en los cines de varios países, debido al centenario del naufragio.