Diaramente, miramos en las calles, los autos, pensamos en viajes, en ropa nueva y deseamos tener todo eso.
Terminamos olvidándonos de darle importancia a las cosas vitales, como la salud, alegría y unión familiar. Muchas veces colocamos eso de lado o en segundo lugar, porque nos enfocamos en ganar dinero, hacer nuevos planes, en fin, estamos pensando siempre en tener más y más. No está mal desear tener, pero ese ímpetu debe estar en segundo lugar.
Tener todo, muchas veces es tener nada
¿Cuántos famosos poseen mucho dinero, muchas propiedades, pero pasan por problemas de salud, viven solos, sin familia? ¿De qué sirve para ellos tener todo?
Por eso, tener nada, muchas veces significa tener todo.
La sonrisa de un hijo, el abrazo de un amigo son cosas sin valor material, pero son las que alegran nuestro día.
¿Y aquellas buenas noticias que son capaces de cambiar nuestro humor durante el día? Un amigo que se recupera de una enfermedad, la visita de un familiar, un dinero extra que no se esperaba.
El hecho es: Cuando el tener todo no es lo más importante, tener nada significa tener muchas cosas.
Un paso es todo
Ser agradecido es lo que hace que las puertas se abran. Sonreír, ayudar a su prójimo, abrazar a quien no espera ser abrazado, todo eso no tiene precio y puede cambiar su día.
No hay dinero que compre la felicidad, por eso debemos vivir como el apóstol Pablo describe en 2 Corintios 4:8-10:
“que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados;
perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;
llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”
Valore todo lo que tiene: salud, familia, trabajo, alegría. Ese todo lo fortalecerá para conseguir superar todo lo que perece: El nada de su vida.