En esta historia, el árbol representa al Señor Jesús, llamado de “Árbol de Vida”, y también “Pan de Vida”
Había una vez un reino lejano, en los confines del Oriente, donde había un árbol muy especial. Era inigualable. Sus gajos y hojas protegían del sol a los que se abrigaban en su sombra, mientras que sus flores esparcían en el aire un perfume suave.
Lo más formidable de todo esto era que el fruto de este árbol era el pan. ¡Sí, eso mismo! Cada mañana ese extraordinario árbol producía panes frescos. Panes de color del trigo, que centelleaban sobre los rayos de Sol que pasaban por entre las hojas.
El pan siempre fue y siempre será la alimentación básica de todos los pueblos. En Brasil, cuando los portugueses desembarcaron, los indios ya producían su propio pan, hecho de mandioca.
¡Imagine el valor de un árbol que producía pan cada mañana, en abundancia siempre! ¡No hay precio que pague eso!
Los pájaros se juntaban cada amanecer, moviendo sus alas y picoteando los panes. Como el árbol estaba a la vera de un río, sus panes también alimentaban a los peces, que mordían las migajas que caían al agua.
Un gorrión se jactaba y se burlaba de los peces. Él decía en tono de burla:
– Tengo pena de ustedes, que comen el pan mojado. Yo puedo saborear el fresco y seco. Si al menos supiesen volar…
Los peces no veían nada malo en comer el pan mojado, ya que siempre comían todo mojado. Con todo, la arrogancia del gorrión incomodaba.
Con el fin del otoño, el viento frío trajo las lluvias heladas. El gorrión, que había nacido en la última primavera, no se previno como los otros pájaros más viejos. Así, un sábado por la mañana, después de una noche de sueño profundo, como de costumbre, fue hasta el árbol para alimentarse.
Cuando dio el primer picotazo, se quedó horrorizado con aquel sabor helado. La lluvia que abaló su sueño durante la noche había arruinado su alimento preferido. El pájaro se quedó desolado y volaba en círculos alrededor del árbol, con la esperanza de encontrar un pedazo seco.
Los peces también aparecieron para comer y se quedaron curiosos con la actitud del pajarito burlesco:
– ¿Qué pasó pajarito? ¿Por qué tanta desesperación alrededor del árbol?
El gorrión se dio cuenta de todo el tiempo que se burlaba de los peces y le cayó como un balde de agua fría, pues ahora pasaba hambre, mientras aquellos, a quienes siempre humillaba, comían del pan con el mismo placer, pues la lluvia en nada cambiaba el sabor de su alimento.
Los días fueron pasando y el gorrión no encontraba pan seco. El frío del invierno aumentó y él enfermó y murió.
En esta historia, el árbol que producía pan representa al Señor Jesús, llamado de “Árbol de Vida”, y también “Pan de Vida”. Los pájaros y los peces somos nosotros, los cristianos. Algunos de nosotros somos como los peces. Debido a las persecuciones e injurias que sufrimos, las constantes acusaciones y reproches, estamos acostumbrados a comer nuestro pan, esto es, servir a Jesús, mojado por las lágrimas que vertemos en los momentos de las dificultades.
Hay otros cristianos que son semejantes a los pájaros, apenas acostumbrados a comer el pan en los días insolados por la alegría y el suceso. Cuando llegan las persecuciones y el pan se vuelve mojado, lo rechazan y acaban por morir en la fe.