Vea un capítulo más del libro “Fe Racional”, del obispo Edir Macedo
El Señor Jesús estaba preparando a Sus discípulos, en cuanto a que sería juzgado, condenado y muerto, pero que al tercer día sería resucitado. Él hablaba de juicio, dolor y sacrificio. Enseñaba el Reino de Dios, la cura de enfermos, la liberación de los oprimidos; hacía milagros, obras magníficas, sensacionales, extraordinarias, y todos quedaban eufóricos y aplaudían. Excepto los fariseos. Estos, al contrario, hacían críticas y nunca estaban satisfechos con las obras de Dios, porque el espíritu de ellos era el del propio satanás.
Así mismo, el pueblo en general y los discípulos estaban eufóricos porque Jesús estaba curando, liberando, y haciendo obras maravillosas. Sin embargo, ellos estaban viviendo una fe emotiva porque veían muchas obras y se entusiasmaban. No obstante, notamos que esto es normal porque el ser humano es emotivo. Me estoy refiriendo a ese asunto para probar que la fe emotiva nos da una dirección diferente de la fe racional, inteligente y sobrenatural.
Pero la fe emotiva no hace que las montañas se trasladen, ni habla con una higuera, visto que no posee oídos. La fe emotiva exige que se tenga audición, visión, tacto, olfato y gusto. Por lo tanto, verificamos que los discípulos vivían eufóricos mientras que Jesús estaba con ellos. Y Él sabía eso. Sin embargo, Jesús estaba esperando que todo sucediese para hacerlos nacer de nuevo. Así pasarían a tener un nuevo corazón, una nueva visión espiritual y, finalmente, dejarían de ser emocionales.
“Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de Ti; en ninguna manera esto Te acontezca.” (Mateo 16:22)
Aunque creyese en el Señor Jesús, Pedro manifestó una fe emotiva. Naturalmente, queriendo salvarse a sí mismo, le dijo a Jesús que tuviera compasión de Él mismo. En realidad, Pedro estaba diciendo: “Ten compasión de nosotros porque estamos siguiéndote. Si harán eso Contigo, ¡imagínate con nosotros!” Pedro manifestó una emoción con el objetivo de llevar a Jesús a que tuviera conciencia del miedo. En otras palabras, él intentó traer a Jesús hacia la emoción y los pensamientos humanos.
Observe el caso de la viuda pobre que dio sus dos únicas monedas: si los fariseos y los sacerdotes hipócritas de aquella época hubieran podido, a aquella altura, hubieran dicho refiriéndose a Jesús: “Ah, este hombre no es de Dios. Él está sacándole hasta las últimas monedas a esa viejita.”
Si miramos el lado humano, emotivo, es obvio que Jesús estaba “explotando” a aquella mujer viuda. Sin embargo, Él no devolvió las monedas para enseñarles a los discípulos sobre la verdadera ofrenda. El verdadero sacrificio no tiene un valor exacto. Lo que es sacrificio para unos, para otros no lo es. El sacrificio es importante porque muestra el grado de fe, de confianza y de credibilidad de quien está ofrendando. Además, y lo importante, es el despertar de la fe-beneficio.
Aparentemente, el Señor no tuvo “compasión” de aquella viuda pobre, porque vivía en la fe. Él sabía que aquella pobreza, aquella ofrenda insignificante era todo lo que le restaba. Sin embargo, Él la multiplicaría en su vida y la bendeciría. No fue en vano que Él dijo “Dad y se os dará.”
Vean como en los dos casos citados (el de Pedro y de la viuda) hay un ejemplo de fe emotiva y de fe racional, respectivamente. Mientras que la Palabra de Dios es razón, inteligencia y sabiduría, la palabra de los hombres es emoción.
Pedro dijo: “Señor, ten compasión de Ti.” Note que él apeló a la emoción. “Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de Mí, satanás!; Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” (Mateo 16:23) En otras palabras, Jesús le dijo: “Sal espíritu inmundo, engañador, emotivo. Los hechos de Dios son racionales, inteligentes, pero los de los hombres son emotivos.”
Por lo tanto, existe una enorme diferencia entre lo que significa la fe motiva y la fe racional. La fe racional nos lleva al sacrificio, al coraje y a la actitud, mientras que la fe emotiva es floja, cobarde y miedosa. Ese tipo de fe no aprueba ningún tipo de sacrificio, pues trabaja con sentimientos puramente humanos.
La fe emotiva ha llevado a muchos a aceptar las situaciones adversas que se presentan: “Nací pobre, voy a morir pobre”. Es decir, creen que la pobreza es dada por Dios, es la cruz que se tiene que cargar.
Todos los que profesan la fe emotiva aceptan las derrotas y los fracasos, como si fueran un karma, una cruz o una prueba. Es como si su camino estuviese escrito en las estrellas o marcado por el destino.
La persona que vive en la fe emotiva tiene siempre sus ojos atentos para traer informaciones al corazón de lo que está bien o está mal. “Ojos que no ven, corazón que no siente”, dice el dicho. El corazón siente lo que los ojos ven. Pedro vio que Jesús sería apresado, juzgado, condenado y sacrificado. Entonces, se dijo a sí mismo que no podría aceptar esa situación, pensando en lo que podría ser de su vida. En seguida, llamó al Señor aparte y le dijo: “Señor, ten compasión de Ti, ¡no Te sacrifiques!”
El diablo odia el sacrificio hecho para Dios. Pero él exige sacrificios para sí mismo. Muchos brujos y sus seguidores han realizado sacrificios, incluso de humanos, utilizando niños, a fin de conquistar beneficios. No deja de ser un acto de fe. ¿Pero qué tipo de fe? ¿Emotiva? No en este caso. Pero sí de fe irracional, necia y sin ningún fundamento bíblico o lógico.
La emoción no permite que haya fe racional, inteligente. Esta traba la fe por ser un obstáculo en el funcionamiento de la fe bíblica. Sin embargo, la fe sobrenatural lleva a la persona al sacrificio justamente porque coloca su propia vida en el altar y la sacrifica en la certeza de que no será en vano. Al final de cuentas, la fe sobrenatural e inteligente dice: “Si no hay sacrificio, no habrá conquista.” Los que actúan esa fe son intrépidos, corajudos y avanzan para su objetivo, cueste lo que cueste.