Casarse primero, amar después. Parece algo frío, pero esa costumbre de los tiempos antiguos del Antiguo Testamento tendía a formar matrimonios estables – claro que el método no era la única razón, en una época de costumbres diferentes y con bastante distinción de derechos entre ambos sexos.
Claro que el amor podía estar presente. Varios factores eran analizados antes por las familias de los futuros novios para comprobar la compatibilidad entre los dos – además del aspecto económico, que influía mucho.
Al casarse, la mujer pasaba a formar parte de la familia del marido, y la suegra se volvía su segunda madre. Era importante, por lo tanto, que la familia del novio aprobase a la chica. Esaú tuvo problemas por haberse casado contra la voluntad de sus padres con Judit, hija de un matrimonio heteo (Génesis 26:34-35).
Que los casamientos fuesen arreglados no significaba que el deseo de los hijos no era considerado. Obviamente, había uniones por conveniencia, pero también era común un muchacho interesarse por una chica y pedirle a su padre que arreglara con el padre de ella. También una joven podía rechazar al pretendiente y ser respetada por su familia en esa decisión.
“Ellos respondieron entonces: Llamemos a la doncella y preguntémosle.
Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí, iré.”,
(Génesis 24: 57-58).
En el caso de arriba respetaron la decisión de Rebeca de casarse con Isaac, hijo de Abraham. En este caso, cabe destacar que la familia y el siervo que encontró a Rebeca en el pozo en que ella sacaba agua siguieron la orientación de Dios. Con fe, todo ocurrió como todos esperaban.
“Y venía Isaac del pozo del Viviente-que-me-ve; porque él habitaba en el Neguev.
Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían.
Rebeca también alzó sus ojos, y vio a Isaac, y descendió del camello;
porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? Y el criado había respondido: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió.
Entonces el criado contó a Isaac todo lo que había hecho.
Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre.”,
(Génesis 24:62-67).
Aunque los casamientos arreglados eran costumbre, eso no significaba que el amor no tenía lugar. Jacob se interesó por Raquel y pidió su mano en matrimonio a su futuro suegro, su tío Laban. Este, a su vez, estuvo de acuerdo, pero lo “empujo” a su hija mayor, Lea, para recién después arreglar que se case con Raquel (Génesis 29). El pasaje también muestra otra costumbre de la época: la de los casamientos entre miembros de un mismo clan. Podía suceder que un joven quisiera casarse con una chica de otro grupo familiar, o de pueblos enemigos, como en el caso de Sansón, que se casó con una filistea y sus padres tuvieron que aceptar, pues sabían que aquello estaba de acuerdo con la voluntad de Dios. (Jueces 14).
Negociaciones
Todo era expuesto entre las familias de los futuros contrayentes, antes de que el noviazgo fuese oficializado. Era común que un amigo muy cercano del novio negociase, junto con el padre del mismo, con el padre de la novia o un representante de él. El verbo “negociar” parece un poco frío, pero no era del todo inapropiado, pues los arreglos también tenían el objetivo de compensar a la familia de la joven por el trabajo que ella prestaba en su casa y por la forma en que sería hecho de ahí en adelante. Las mujeres eran mano de obra importante en lo cotidiano, y su trabajo haría falta en el hogar del cual no haría mas parte en el futuro. Era costumbre que esa compensación fuese hecha en dinero.
Otra garantía que también debía ser provista era la dote, el pago al padre de la novia. Este, a su vez, no podría gastarla, pues era una reserva en el caso de que la mujer enviudase u ocurriera un divorcio (Génesis 31:14-15) – pero podía invertir el dinero y usufructuar los intereses. En teoría era eso, una reserva para tiempos difíciles, pero muchos padres prácticamente vendían a sus hijas sin prestar atención a la costumbre.
En el caso de que el pretendiente fuese pobre y no tuviese como cubrir la dote, podía pagarla con trabajo. También estaba el caso en que el padre de la novia no exigía la dote y desobligaba a su futuro yerno, o de ser tan rico al punto de no necesitar esa garantía. Saúl usó la riqueza como excusa para complicar el casamiento de David con su hija Mical, y pidió al joven pastor y guerrero que le trajese cien prepucios de filisteos como dote simbólica (1 Samuel 18:25)- la verdad, una artimaña, ya que esperaba que los enemigos de Israel acabasen con David. El joven venció y llevó lo que le pidió el rey, que tuvo que cumplir su palabra, aunque disgustado.
Aun así, el padre de la novia también gastaba. Él daba una dote a su hija, que podía ser dinero, bienes o cualquier otra cosa que favoreciese el nuevo hogar que se formaba (1 Jueces 1:12-15).
Por razones políticas, los matrimonios entre clanes y pueblos diferentes podían tener lugar (Génesis 42:45), como fue común entre familias reales de varios países hasta hace pcoos siglos. Pero la unión con personas de otra fe, que avalaban las creencias religiosas de sus nuevas familias, no eran bien vistas (1 Reyes 11:4). Matrimonios entre parientes muy cercanos también estaban prohibidos (Levítico 18: 16-18).
Al fin, novios
Hechos todos los arreglos para el casamiento, tenía lugar el noviazgo. Los novios, aunque no viviesen todavía juntos, ya eran considerados una pareja oficialmente. El novio quedaba exento del servicio militar, obligatorio para todos los hombres (Deuteronomio 20: 7).
El noviazgo duraba cerca de un año, período en que la casa era provista por el novio y el ajuar por la novia. La familia de la joven se encargaba de los preparativos para la fiesta.
Después de la fiesta, el matrimonio iba a su nueva casa, y solo entonces tenían autorización para tener relaciones íntimas.
En el período del Nuevo Testamento algunas de las costumbres del Viejo Testamento todavía estaban presentes. Pero había una modalidad de noviazgo que se sumaba a las antiguas: un hombre daba un regalo a quien pretendía, y le decía “con esto, de ahora en adelante, usted está separada para mí según las leyes de Moisés y de Israel”. En el caso de que la joven aceptase, entonces estaban de novios oficialmente a partir de ese momento.
José y María estaban de novios cuando ella quedó embarazada por el Espíritu Santo. El carpintero pensó en abandonarla, pero temía por su amada, pues ella sería acusada de adulterio, crimen que se pagaba entonces con la pena de apedreamiento. En un sueño Dios le envió un ángel aclarándole todo, y José aceptó casarse con ella que, en breve, sería la madre de Jesús (Mateo 1: 18-25).