El gran y decepcionante día
Laura es una joven que terminó su noviazgo con un hombre admirable. Ni ella sabe el motivo de esa decisión, tampoco comprende que el distanciamiento fue sucediendo de a poco, y de forma tan delicada, que cuando se dio cuenta, ya se encontraba demasiado lejos de él. Laura pasó a querer llenar esa falta, pero su tristeza, en el fondo, es saber que su amor no está en los lugares en los que lo busca. El dilema de Laura es intentar reencontrar a su amado, que un día fue despreciado, y que ella teme que la rechace.
Era la primera vez que yo pasaba el Día de los Enamorados con alguien. De tan ansiosa que estaba desperté casi de madrugada. Hasta mi mamá se extrañó… Menos de una hora después alguien golpeaba la puerta. Era él.
Me quedé impresionada, pensé que sería una sorpresa de parte de él, pero él dijo:
-Necesitamos conversar.- Así, bien seco.
En el momento sentí un escalofrío en la espalda; empecé a ponerme nervioso, pero intenté no demostrarlo. No sé si se notó en el momento. Mi mamá se acercó y preguntó se le gustaría tomar café. Hasta ella se sorprendió por verlo ahí a esa hora de la mañana…
-¡No, muchas gracias! – Respondió, de la misma manera seca.
Me extrañó el hecho de que tenía la misma camisa a cuadros y el mismo pantalón negro del día anterior. También parecía cansado, como si estuviese pasando la noche desvelado. Yo no entendía el motivo de que estuviese en mi casa tan temprano.
Mi mamá se apartó, y él empezó a hablar de varias cosas. Habló de la familia, la facultad, de sus planes para el futuro. Noté que se estaba enredando, pero aun así no quería dejar de oírlo. Sé que yo ya me imaginaba adonde iba a llegar la conversación. Tenía miedo de las próximas palabras de él, de mi posible reacción, de una inesperada decepción o de ver que mi castillo construido con tanta ilusión estaría desmoronándose.
Yo no quería saber del futuro, de lo que iba a hablar en los siguientes segundos, no quería sentir ningún dolor. No ese día. No causado por alguien que tanto amaba.
Mientras él hablaba, mi reacción era la de observar cada detalle de su cara, cada gesto, cada expresión… Para mí, cualquier cosa que hablase con la boca o con el cuerpo era un indicio de para donde la charla nos iba a llevar.
Creo que desde el principio yo ya sabía. Pero, como estaba rendida… No quería constatar mi nuevo fracaso, y tener que encarar a mi mamá, mis padres, mis hermanos. Y tener que explicar el motivo del fin de la relación, ver en los ojos de cada uno mi imagen de tristeza reflejada, una mirada penosa…
Fue cuando coloqué los pies en el piso para volver a caer, solo oí cuando dijo:
-…Fue muy bueno, sos muy especial, pero prefiero terminar nuestro noviazgo…
¡Basta! No me acuerdo de nada más. No tenía nada de bueno aquella relación. ¿Si tenía, porqué terminar? ¿De quién era la culpa? ¿Cuál era el motivo? No conseguía respuestas para ninguna de estas preguntas. Estaba atónita, arrasada, frustrada.
¿Y el gran Día de los Enamorados? Terminó antes de comenzar.
Espere la continuación…