Seguimos publicando fragmentos del libro “Mujer V” de Cristiane Cardoso, para que sirva de reflexión
El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias.
(Proverbios 31:11)
En el versículo de arriba, puedes ver claramente la relación entre confianza y dinero. El corazón del marido, de donde vienen todas las emociones de preocupación, miedo y duda, confía en ella para administrar su dinero; es como si él no dudase de su habilidad para usar correctamente el dinero de la familia. Ella es responsable, es madura.
La confianza tiene que ver con la madurez y la responsabilidad. No puedes confiar en una persona inmadura porque sabes que ella no tomará decisiones acertadas. Generalmente, la mujer que es inmadura no sabe cómo lidiar con sus responsabilidades y gasta su dinero movida por sus sentimientos en vez de su razón.
Es increíble el número de jóvenes que no quieren crecer y ser maduras. En realidad, a veces hasta parece que ellas se esfuerzan en NO madurar. Quieren hablar y comportarse de la misma manera para siempre.
Es obvio que una persona que piensa así jamás podrá ser la mujer virtuosa de Proverbios 31, pues se trata de la mujer virtuosa y no de la chica virtuosa. La Biblia siempre habla de mujeres de Dios, nunca de chicas de Dios, pues no existe tal cosa. Cuando tienes un encuentro con Dios, creces. Siempre cambias, pasas a ver las cosas de una manera diferente y te transformas en una nueva mujer.
La madurez te hace pensar en las consecuencias de tus acciones. Dejas de actuar o hablar movida por impulsos o emociones momentáneas. Piensas en los problemas que tus emociones pueden acarrear. Imagina si todas las jóvenes pensaran en las consecuencias de sus elecciones. ¡Una cosa es cierta: sería el fin del problema de embarazos en la adolescencia!
Cuando no piensas, alguien lo hace por ti y así eres esclavizada. Te transformas en la esclava de una vida llena de relaciones equivocadas y de un futuro desesperanzado, del cual ciertamente te arrepentirás.
Para que las personas confíen en ti, necesitan ver que eres capaz de pensar por ti misma. Tú no confiarías en alguien que cree en todo lo que los otros dicen y que es fácilmente influenciable, ¿o sí?
Al contrario de lo que dicen, no necesitas que los otros comiencen a confiar en ti para que te tornes digna de confianza. La verdad es que todo comienza dentro de ti. Si quieres ser confiable, haz tu parte. Sé responsable. Sé madura. Piensa.
El marido de la Mujer V confía en ella porque sabe que puede hacerlo. Una mujer confiable no necesita convencer a las personas de que pueden confiar en ella; su comportamiento diario lo dice casi todo. Eres capaz de decir si una persona es madura o no apenas por su forma de hablar. Ella tiene seguridad para mirarte a los ojos cuando habla. Puede ser tímida, pero siempre hace aquello que debe hacer; es responsable con sus quehaceres.
Es por eso que la Mujer V no tiene necesidad de nada, ni deja que su familia lo tenga. Ella piensa en sí misma y en su familia como si fuesen uno sólo. Si su familia está enfrentando dificultades financieras, ella no se queda esperando que las cosas mejoren, ella provee.
Sus planes, sus deseos, su propia vida no son su prioridad. Y por eso su marido confía en ella. Él se siente seguro porque ambos están en el mismo barco, y por no estar remando solo. Su esposa pone no apenas las necesidades de su familia en primer lugar, sino que también economiza, lo que, para muchas mujeres, es cosa de otro mundo.
Tal vez la culpa sea de los medios, que siempre nos hacen sentir inadecuadas con lo que vestimos o con nuestra apariencia. La mayoría de las publicidades están dirigidas a nosotras porque todo el mundo sabe que somos fácilmente influenciadas por ellas. Seamos sinceras: con algunas pocas excepciones, ¡a las mujeres les gusta gastar!
Pocas personas economizan hoy en día. La sociedad en que vivimos se tornó cada vez más consumista. Cuanto más aparatos venden, más llenamos nuestra casa de basura, ¡aun en tiempos de escasez! Es sorprendente.
La moda es otra razón muy fuerte. Ella hace un verdadero lavado cerebral en nosotras a través de los medios, al punto de abrir nuestro armario lleno de ropa y pensar “no tengo nada que ponerme”.
La Mujer V ahorra dinero. Ella tiene ahorros y aunque gaste en sí misma, siempre deja una parte guardada. Y no siempre lo hace porque quiere comprar algo, pero sí porque un día lo puede necesitar. Si surge una emergencia, su familia no quedará desamparada. Una vez más, solamente personas que piensan en el futuro hacen eso, la madurez es una necesidad, no un lujo.
Aquí va una frase que tal vez haga que me odies, pero por favor ten paciencia y entenderás: La mujer madura siente placer en envejecer.
Ella entiende que, para ser mejor, necesita tiempo. Tú no puedes madurar en apenas algunos días, ¿o sí? Entonces, ¿por qué la vejez es tan despreciada? Cuando envejeces, vives la vida por entero, ¿cómo podría ser eso un problema?
Nuestra sociedad está muy enfocada en el aspecto físico, en nuestra apariencia, cuando en realidad, no hay nada que podamos hacer a no ser aceptar nuestra edad. Forma parte de la vida. Ninguna futura madre se queja del parto porque sabe que eso es apenas una parte de lo que ella tiene que pasar para tener a su bebé.
La madurez puede alcanzarse a través del envejecimiento. La experiencia de vida abre nuestros ojos y nos hace más maduras, más adultas. Y hasta más femeninas.
No hay nada mejor que envejecer. Nosotras aprendemos, cambiamos y nos convertimos en mejores mujeres en muchos aspectos. Pero esa no es la única manera de adquirir madurez.
Otra manera es la forma como lidias con tus responsabilidades, no importa la edad. Un niño de cuatro años en la escuela, tiene la responsabilidad de dibujar algo en su clase.
Tú puedes hasta recibir una responsabilidad, pero eso no significa que seas responsable. Y esa es la gran diferencia. Cuando no eres responsable, muestras que no eres lo suficientemente madura y consecuentemente, nada grande te puede ser confiado.
Tener responsabilidad significa que fuiste hallada merecedora de cuidar de algo; no apenas de cualquier cosa, sino de algo importante. Algo que no cualquiera tiene el privilegio de cuidar. Siempre que te es dada una responsabilidad, tu reacción es positiva. Es aquel momento, “¡si, ellos confían en mí!”
En la escuela, cuando te pidieron que ayudaras a alguien, en casa, cuando te pidieron que prepares la cena, en el trabajo, cuando te confiaron algo nuevo, en la iglesia, cuando alguien te confió sus problemas… todas esas fueron pruebas que avalan tu capacidad de lidiar con las responsabilidades.
Y con cada prueba, unas reciben más y otras pierden lo poco que tienen. No es un juego, es la vida. Una vez que te muestras irresponsable, es como si estuvieses colocándote un cartel en la frente que dice: “INDIGNA DE CONFIANZA”.
Así como es importante ser considerada responsable, también es importante cómo lidias con la pérdida de una responsabilidad. Sí, ese es otro tipo de prueba. Y tu reacción dice más que las palabras, especialmente si eres de aquellas que dicen: “de cualquier manera, no me importaba, gracias por sacarme ese peso de encima. Yo no quería asumir más responsabilidades, gracias.”
Es muy común ver pocas personas con muchas responsabilidades y muchas con pocas responsabilidades. El pequeño grupo de personas que lleva sus responsabilidades en serio siempre recibe más, al punto de sobrecargarse, en cuanto el enorme grupo de personas que no reciben muchas responsabilidades casi no tienen nada para hacer. Son los individuos que comúnmente chusmean, pues tienen mucho tiempo libre. A las personas inmaduras les gustan los chismes, no les gusta trabajar con plazo de entrega y aman su tiempo libre.
Tu madurez anda de la mano con tus responsabilidades. Cuantas más responsabilidades tengas, más madura eres y más digna de confianza serás. Ahora bien, lee de nuevo, pero esta vez de forma negativa: cuantas menos responsabilidades tengas, menos madura eres y menos digna de confianza serás.
Pocas mujeres se dan cuenta de eso. La mayoría prefiere culpar a los demás por sentirse dejadas de lado. “A fulana le caigo mal y por eso nunca me eligen”. O entonces, “Mengana piensa que no soy lo suficientemente buena”.
Si no eres responsable, es obvio que no serás lo suficientemente buena.
Creo que podemos fácilmente asociar la idea de confianza a cuando prestas algo que te gusta mucho a alguien. Allá en el fondo, tienes miedo de no ver nunca más aquello que prestaste y aunque no lo necesites con urgencia, te quedas en la expectativa de que la persona lo devuelva pronto. Pero lo peor es que hay personas que no lo devuelven, que siempre se olvidan de devolver las cosas que toman prestadas. Sólo el hecho de tener que recordarle ya es suficiente para que no se lo quieras prestar, pero cuando la persona lo devuelve rápido, sientes que puedes confiar más en ella, pues probó que es responsable.
Creo que ser una persona responsable comienza por las responsabilidades básicas que todas nosotras tenemos, que pueden ser muy obvias para algunas mujeres y no tan obvias para otras. Son cosas en la vida que solo tú puedes hacer. No puedes esperar por los demás, no puedes depender de los otros, simplemente debes ejecutarlas. Aquí va una lista de ejemplos:
• Cuidar tu salud — Alimentarte correctamente, ejercitarte y cuidar de ti misma; a fin de cuentas, si te enfermas, no podrás hacer nada.
• Cuidar su vida espiritual — Orar, leer la biblia, mantener tu corazón limpio, frecuentar la iglesia. Las personas tienen falta de fe en Dios simplemente porque ignoran estos principios espirituales básicos.
• Dar — Nadie puede dar por ti. Si estás esperando recibir antes de dar, es mejor acostarse en el cajón y esperar que te entierren.
• Ser tú misma — ¡Sólo tú puedes hacer eso! Entonces, ¿por qué intentar ser otro? ¡Es como usar una imitación barata!
• Ser consciente de lo que los demás esperan de ti — Sea cual fuere tu papel en esta vida, hazlo bien. Si eres madre, hija, empleada, esposa, ama de casa, o estudiante, debes saber una cosa: sólo tú puedes ejercer tu papel. La responsabilidad es tuya, no seas negligente. Desempeña bien tu papel.
Muchas veces lo que falta en la vida de una mujer es madurez. Ella se viste, habla y vive como las mujeres más maduras, pero no es responsable con lo poco que tiene. Su mente está ocupada con todo menos con sus responsabilidades delante de las personas y de Dios. La dificultad está siempre tocando su puerta.
Cuantas más maduras somos, menos errores cometemos y nos hacemos más sabias y dignas de confianza.
Joven e inexperta
María era una joven virgen cuando el Ángel del Señor se le apareció para darle la mejor noticia que ella pudo haber recibido – daría a luz al Hijo de Dios.
Tal vez te preguntes por qué Dios la escogió de entre todas las jóvenes vírgenes de Israel de aquella época. María fue hallada digna de recibir la responsabilidad más importante del mundo: ser madre de nuestro Señor Jesús. Ciertamente, ella tenía algo que las otras jóvenes de su edad no tenían.
Podemos imaginar cuán joven e inexperta era María en esa fase de su vida, ¡ni siquiera estaba casada! Pero, en vez de preguntar cómo, cuándo, por qué, cuál y entrar en pánico por causa del riesgo de vida que iba a correr, ella aceptó el desafío con placer.
María no estaba necesariamente lista para aquel desafío, pero confió que Dios le daría lo que necesitaba para estarlo. Dios confió en ella porque ella confió en Él.
Las personas viven diciendo que creen en Dios, pero pocas son las que realmente confían sus vidas a Él. María corría el riesgo de ser apedreada hasta la muerte por aparecer embarazada antes del casamiento; pero aun así, ella confió que Dios la cuidaría. Si ella fue capaz de confiar en Dios, entonces era digna de la confianza de Dios para cuidar de Su Hijo.
Cuando consigues finalmente dejar de confiar en tus propias fuerzas y pasas a confiar tu vida, tus preocupaciones, tus problemas y tus dificultades a Dios, maduras.
Dios está buscando mujeres que confían en Él de todo corazón para que pueda hacer la diferencia en el mundo a través de ellas. Son mujeres que tienen responsabilidades con su fe en Él. Para ellas, no existe el término medio, viven lo que predican.
Yo me acuerdo de un marido que no lograba disfrutar de todas las conquistas profesionales de su esposa por el alto precio que tenía que pagar en casa. Ella estaba siempre muy ocupada con su trabajo como para cuidar de las cosas de él, siempre con prisa, casi sin tiempo para cuidar de su propia apariencia. Un día, el marido le exigió que dejase su tan importante carrera o sino podría olvidarse de su matrimonio. Ella vino a hablar conmigo con lágrimas en los ojos, sintiéndose muy mal por la exigencia de su esposo. Pensaba que él no la amaba lo suficiente como para convivir con todas sus responsabilidades fuera de la casa, pero yo tuve que decirle la verdad…
Él tenía razón. Su carrera había tomado la mayor parte de su tiempo, asumiendo el primer lugar en su vida. Cualquier cosa que ocupe la mayor parte de tu tiempo acaba siendo la cosa más importante en tu vida, no importa lo que digas, eso es un hecho. Para que pudiese salvar su matrimonio tendría que hacer todo de una forma diferente y concentrarse en las responsabilidades básicas que nadie podía tomar por ella.
Piensa conmigo: ¿será que otra mujer podría hacer lo que ella hacía en el trabajo? Claro que sí. Pero ninguna otra mujer podría hacer aquello que ella no estaba haciendo por su marido en casa. No es de admirarse que él se haya sentido descuidado, no es de admirarse que para él haya sido difícil apreciar el dinero que ella ganó con tanto esfuerzo. ¡Era él quien estaba pagando el precio por eso!
Aquella mujer resolvió invertir en su matrimonio y colocar todas las demás responsabilidades en segundo plano. Algunos meses después, no sólo estaba más feliz con su esposo, sino que también había recibido más responsabilidades de las que tenía antes.
Tal vez ella era madura en el trabajo, pero no era madura en casa. ¿De qué sirve? Si no eres digna de confianza en casa, ¿de qué sirve ser digna de confianza en cualquier otro lugar?
Si confías en Dios y haces las cosas que sólo tú puedes hacer, Él te honra, y ¡Él no demora en hacerlo!
Pregúntate a ti misma:
“¿Será que soy digna de confianza en este exacto momento de mi vida?
“¿Por qué? ¿Por qué no?”
“¿Qué puedo hacer para que las personas confíen más en mí?”
“¿Y en cuánto a Dios?”