La pesca y el consumo de peces aparecen en varios puntos de la Biblia, inclusive en buena parte de la vida terrena de Jesús. Además de los antiguos hebreos, la actividad era realizada por otros pueblos según lo indica la Palabra de Dios, como los egipcios y griegos (y muchos otros que no constan en ella, obviamente). Hoy con los avances tecnológicos, se pueden detectar cardúmenes, por ejemplo. Algunos de los métodos de los tiempos bíblicos continúan siendo usados por los pescadores de varios países, tanto en agua dulce como salada.
En el Nuevo Testimonio la pesca era más innovadora respecto de los métodos rudimentarios de antes. El Mar de Galilea era uno de los mayores polos pesqueros de esa época, con varios mercados con mucho movimiento de peces frescos y salados en el vecindario, el nombre de la ciudad de Magdala, por ejemplo, significa “salado de peces”.
El Mar de Galilea, en verdad es un gran lago, que hoy está rodeado de ciudades importantes y una intensiva actividad agraria. En la época del Nuevo Testamento era diferente: había grandes ciudades intercaladas con pequeñas aldeas, muy pobladas. Jesús encontró entre los pescadores de ese lugar a algunos de sus apóstoles, como Pedro y Andrés, que con Santiago y Juan eran socios de una empresa de pesca según los modelos de esa época, basado en indicios históricos.
“Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
Y dejando luego sus redes, le siguieron.
Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.
Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.”
(Marcos 1:16-20).
Redes, anzuelos y arpones
Los métodos utilizados, solo algunos son citados en la Biblia. La pesca con sedal y anzuelo en el Río Nilo, aparece en Isaías 19:8, además de la hecha con redes. Quien también habla de anzuelos es el mismo Jesús, conversando con Pedro:
“Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti.”
(Mateo 17:27).
La pesca con lanza, utilizada hasta hoy en culturas con menos recursos tecnológicos, ya era practicada por los pueblos bíblicos. Dios le preguntó a Jacob sobre la manera de capturar al leviatán (término usado en la antigüedad para grandes y peligrosas criaturas marinas, reales o míticas), e hizo referencia a dos métodos: anzuelo y arpón, además de gancho usado para atrapar peces por la boca o por las agallas (Job 41:1-7). Conforme la pesca fue perfeccionándose a lo largo del tiempo, los dispositivos para lanzar arpones fueron desarrollados, como también las armas de mano, estas últimas más utilizadas en la pesca submarina.
Volviendo a la lanza, era común en la práctica de la pesca nocturna. Una linterna sujeta a la proa o a la popa del barco, aunque a veces estaba en ambos, producían una luz que atraía a los peces a la superficie, donde eran fácilmente arponeados (como los indígenas norteamericanos).
Las redes tenían distintas formas, algunas eran utilizadas hasta hoy. La que conocemos como atarraya de pesca en algunas regiones de Brasil data de esos tiempos: de forma circular, con peso en los bordes (antiguamente de piedra, y con el tiempo, de plomo). Al ver el cardumen, el pescador la lanzaba. Los pesos hacían que la red descendiera y los peces quedaban atrapados, enroscados. El dispositivo era estirado por una cuerda atada en el medio del círculo. Puede ser lanzada desde la orilla, o con el pescador sumergido hasta la cintura, y también puede ser lanzada desde muelles o barcos. Todo indica que Pedro y Andrés estaban lanzando ese tipo de red de la orilla o muy cerca de ella, lo que posibilitó que Jesús los llamara y fuera oído (Marcos 1:16-17).
Las redes acostumbran a prenderse a todo lo que está en su camino, no haciendo distinción entre peces. Esa separación era realizada por los pescadores, como hoy también sucede. Jesús usó esa selección para ilustrar el fin de los tiempos:
“Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera.
Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.”,
(Mateo 13:47-50).
Las redes conocidas como seine, o de barredora, aparecen en los libros de Habacuc (1:15), usadas con la ayuda de barcos, o en versiones menores, de uso manual, hecho por dos personas o más. En los tiempos del Nuevo Testamento, tenían cerca de 3 metros de largo, con longitud variable. Quedaban suspendidas en el agua como un gran cerco, flotando con la ayuda de boyas en la parte de arriba, con piedras en la parte de abajo, que le daban estabilidad. Un barco hacía un círculo con la red, cercando a los peces, y otro barco se sumaba a la operación, prendiéndose a la otra punta de la red, y ambos la arrastraban por un tiempo y después se levantaban con un gran botín. Hoy hay barcos mecanizados que hacen el trabajo sin necesitar de otro móvil, con grúas poderosas que levantan las redes.
Las embarcaciones
Hablando de barcos, en los tiempos bíblicos no eran muy grandes. Recientemente, un barco de la época de Jesús fue encontrado en el barro del Mar de Galilea, y fue expuesto en un museo en Kibutz de Ginosar, o Genesaret, el nombre local del lago, así como un modelo en tamaño natural de la embarcación totalmente íntegra.
Barcos parecidos a los de esa época aún son utilizados por pescadores conservadores de la edad contemporánea y otros siguen el mismo diseño, mejor adaptados con los materiales y equipamiento más modernos. Un modelo mayor, para pescas de grandes cantidades, fue utilizado por Jesús y sus apóstoles, cuando el Mesías calmó la tempestad (Marcos 4).
Conservación
El pez que no se consumía fresco era destinado al salado. En un tiempo sin heladeras, los peces grandes eran abiertos, se retiraban las espinas y vísceras, y eran intensamente salados, lo que permitía que no se descompusieran por años, para las épocas de escases de pescado.
Peces salados y abiertos de esa forma aún se encuentran hoy en día, como vemos a los bacalaos en los negocios. Algunos eran secados al sol, dependiendo del tamaño y la especie. Hay indicios de que los antiguos egipcios (maestros momificadores) así procedían para almacenar lo que pescaban en el Nilo y en el mar cercano a su desembocadura.