Pequeñas omisiones o malentendidos, que parecen tonterías son capaces de perjudicar cualquier vínculo
No son pocas las personas que se quejan al convivir con personas que mienten. A veces, son pequeñas omisiones o malentendidos que parecen tonterías pero éstas son capaces de perjudicar cualquier vínculo. Ya sea afectivo, profesional o sentimental.
Generalmente, el problema comienza con las llamadas “mentiritas”, pero son las que tienden a crecer y convertirse en una bola de nieve.
Según el neurólogo Leandro Teles, son muchos los motivos que llevan a una persona a mentir. Pueden variar entre ser “una excusa” considerada inocente para quedar bien con alguien hasta llegar a ser un vicio con la intención de engañar.
“Cuando el mentiroso pierde la noción de las consecuencias de los daños causados por sus actos, eso se convierte en una enfermedad: la mitomanía”, explica el neurólogo.
Según Teles, esta enfermedad necesita un tratamiento que involucra atención psicológica y, en algunos casos, medicamentos antidepresivos para elevar la autoestima del paciente. El mitómano precisa aprender que mentir incomoda y puede llegar a perjudicar a las personas.
“Es posible observar algunas señales que pueden denunciar una historia no tan verdadera. El inconsciente de quién miente es más fuerte y lo acusa por medio de señales casi imperceptibles. Esas señales pueden ser detectadas, mientras que las conozcamos previamente”, señala el médico.
Él da algunos consejos para quien desea identificar una persona cuando está mintiendo:
Desvío de la mirada: quien miente, acostumbra tener dificultad en fijar la mirada, incluso, mirar a los ojos de manera natural;
Mirada fija: para evitar que la mentira sea descubierta por no lograr “mirar a los ojos”, hay mentirosos que exageran al mirar fijo. Esto sucede con el propósito de intentar convencer al otro de que crea en su historia.
Guiñar: al mentir, la persona tiende a hacer que el pestañeo sea más largo. Después de todo, el cerebro le niega lo que la persona está diciendo, lo cual provoca un tipo de pestañeo en el que los ojos permanecen cerrados por más tiempo de lo habitual.
Voz: puede volverse tímida, cortada y sin fluidez. Además el tono puede escucharse bajo y proyectado hacia a dentro;
Manos: la persona que miente queda nerviosa y ansiosa y, cuando eso sucede, el organismo entra en estado de alerta, pues la temperatura periférica tiende a caer. Por ese motivo es tan común que las manos queden muy frías, temblorosas y agitadas;
Piel: el nervosismo también puede alterar el color y la apariencia de la piel, dejando al individuo más rojo o más pálido;
El habla: rodeos, justificaciones y hablar en exceso pueden denunciar una mentira. En especial, cuando la persona no tiene la costumbre de ser prolijo y comienza a tardar más de la cuenta para llegar al objetivo de la conversación;
Pausas: los intervalos durante el habla pueden indicar que el cerebro del “mentiroso” precisa procesar la información, por eso la persona puede quebrar la fluidez de la conversación con pausas aleatorias;
Manos en los bolsillos: señal de que la persona está escondiendo algo, de que está cerrada a dar o recibir informaciones;
Mirar hacia el lado izquierdo: en la mente, este es el lado de la creación de quien es diestro; por lo tanto cuando una persona es indagada y mueve los ojos para la izquierda, puede estar con la intención de crear una respuesta.
Saliva: cuando el cuerpo entra en alerta, por una situación de estrés, es natural que cese la producción de saliva, y la persona comience a “tragar en seco”. Generalmente, durante la conversación, el mentiroso se queda con la boca seca;
Comezón: este es otro síntoma que denuncia la mentira, ya que el cerebro rechaza la historia contada y provoca estímulos que pueden hacer que se lleve la mano a la boca, a los oídos y lo que es tan común, rascarse la cabeza;
Cara: la estrategia del análisis de la cara, es muy usada para identificar mentirosos. Eso es porque es fundamental que la cara como lo que se dice sea congruente. Cuando eso no ocurre, existe algo que está mal.