¿Tiene poder para sacarnos del centro del amor del Padre los problemas y las angustias?
¿Hay alguna cosa que pueda hacer que Dios deje de amar a cada uno de nosotros? ¿Y cuándo pecamos, hablamos barbaridades o actuamos de manera equivocada? El hecho es que Dios es un Padre de eterno amor y comprensión.
Comparo a Dios con un padre que quiere siempre el bien de su hijo. Él se esfuerza todos los días para dar el mejor estudio, una casa agradable, ropa, en fin, para dar el sustento a quien ama. Él siempre quiere lo mejor para su hijo.
¿Qué dirá Dios?
“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”, (Romanos 8:32).
Dios es fiel, aunque nosotros no logremos serlo. El amor de Él no es de canje, no es posible medirlo, no tiene fin, no es superficial. El amor de nuestro Padre está por encima de cualquier cosa, de cualquier situación o de cualquier actitud. Él nos ama por encima de todo.
Como Él nos ama por encima de cualquier circunstancia, basta aceptar ese amor gratuito, para que ningún mal pueda separar al hombre del amor de Dios.
Pero, si el hombre no desea ese amor, se aparta de Dios, no desea estar en Su presencia, él mismo se separa de Dios. Porque Dios respeta, solo hace en quien lo desea. Él no obliga a nadie a nada, por eso, solamente el mismo hombre es capaz de separarse de Él.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”, (Apocalipsis 3:20).
Eso no significa que Dios Padre no ama a los que se apartan. Claro que los ama, pues Él entregó a Jesús para que muriera en la cruz por todos nosotros, sin excepción, pero aceptar ese sacrificio cabe a cada ser humano.
Por eso, no hay nada que impida que Dios obre en nuestra vida, ninguna dificultad, angustia, nada. Dios está siempre abierto a los hijos que desean recibir Su amor. Basta colocarse en el lugar que corresponde para eso. El hombre es su propio obstáculo, y no Dios.
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”, (Romanos 8:38-39).