“Dame entendimiento, y guardaré tu Ley”
En una ocasión, un joven se despertó, en uno de esos días en que los pensamientos no están del todo articulados. Pero el tema que le martillaba la cabeza era serio: la fe.
Era domingo, día de un importante culto. Llegó a la iglesia como siempre, saludó a todos, oró, meditó y siguió atentamente la reunión. En la Palabra Sagrada, surgían luces sobre algunos puntos de duda. La fuente de la sabiduría de Dios estaba allí, pero él no lograba conectar bien las instrucciones este día.
Llegó a un punto en que la duda lo perturbaba. Se sentía mal, tal vez, por no creer. Tenía el miedo inconsciente de estar perjudicando su creencia.
Pero, al terminar el culto, surgió una oportunidad de oro.
Su pastor estaba en un pasillo del templo, apoyado en la pared, leyendo algo de la Biblia, concentrado en el texto. El muchacho lo llamó.
Después de mostrarse muy preocupado por sus dudas y de exponer cuáles eran, el joven le preguntó al pastor:
– ¿Y? ¿Qué piensa, usted, de todo esto? Me estoy sintiendo mal. Nunca tuve dudas sobre mi fe, y ahora me viene de repente, todo eso.
– Es excelente
– ¿Hmmm? ¿Cómo?
– Excelente
– ¡Pero!, yo estoy aquí con la cabeza llena de cosas, sofocado de dudas, me siento mal justo por eso ¿¡y usted me dice que eso es excelente!?
– Si. ¿Sabes por qué? La duda, en este caso específico es muy buena.
– ¿En este caso específico? Sigo sin entender…
– Si tienes dudas, esta en especial, significa solamente una cosa: estas intentando entender porque es un tema muy importante para ti. Si tu fe no fuera algo serio, no tendrías dudas porque no le prestarías la menor atención.
Y si no le prestaras la menor atención a Dios o a tu comunión con Él, ni siquiera estarías pensando en el tema. No estarías utilizando tu inteligencia, ni tus esfuerzos para entender esta cuestión.
– No había pensado en eso…
– Cuando dudas, sin querer, haces la conexión que necesitabas. Dios escucha tus preguntas cuando ni siquiera tu mismo sabes que las estás haciendo. Él permitió de una manera muy natural, y que yo veo muy buena, que te
encontraras conmigo en el pasillo. En este caso, en especial, la duda fue solo el inicio de un proceso que te llevará al entendimiento. No te sientas mal por esto.
– Bien, pastor, sólo me resta agradecerle. Ya tengo una luz desde donde partir para entender mejor.
– Agradézcale a Él. Yo ya estoy agradeciendo.
“Enséñame, Señor, el camino de tus estatutos y lo guardaré hasta el fin. Dame entendimiento, guardaré tu Ley y la cumpliré de todo corazón.”
Salmo 119:33-34