Si somos como fue Abraham, hombres y mujeres de fe, siempre obedientes a Su Palabra, la consecuencia es que seremos la propia bendición
De todos los bienes de la vida, los que proporcionan más seguridad al ser humano son los bienes inmuebles (terrenos, casas, campos, etc.)
Abraham tuvo que dejar toda la seguridad de los bienes inmuebles cuando Dios lo mandó salir de su tierra y de entre su parentela, Génesis 12:1.
Aunque él hubiese llevado consigo todos los bienes muebles (v. 5), estos no le hubieran podido garantizar la misma seguridad que los inmuebles, pero Abraham hizo eso debido a su fe, confianza y obediencia a Dios que, obviamente, era respaldada por los constantes SACRIFICIOS que él siempre Le ofrecía.
Tanto es así que, siempre que él se movía de un lugar hacia otro, la primera cosa que hacía era edificar un altar (ver Génesis 12:7, 8 y 13:18).
¿Por qué Abraham siempre edificaba un altar?
Porque el altar es el lugar del SACRIFICIO. El altar es el lugar en el que se deben presentar todos los SACRIFICIOS (la vida, la renuncia, la ofrenda, etc.) y el sacrificio es el combustible de la fe.
Es el SACRIFICIO el que mantiene la fe encendida constantemente. Por eso Abraham estaba siempre listo para obedecer la voz de Dios. Su fe era invaluable e indiscutible porque él estaba siempre presentando SACRIFICIOS a Dios.
Exactamente como fue Abraham debemos ser todos nosotros. Porque solamente así reflejaremos la luz del Altísimo y seremos la propia bendición, es decir, generadores de bendiciones, según Génesis 12:2.
Cuando la Palabra de Dios dice: “Mirad a Abraham, vuestro padre…” (Isaías 51:2), en realidad nos está orientando a imitar a Abraham.
Regla general: los hijos tienen a sus padres como referente, espejo y modelo a ser seguido. Eso es, exactamente, lo que Dios quiere cuando nos manda a mirar a Abraham.
Vale decir que, si somos como fue Abraham, hombres y mujeres de fe, siempre obedientes a Su Palabra, la consecuencia es que seremos la propia bendición, cimentados y respaldados por el SACRIFICIO, en el cual está la verdadera seguridad.
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