Cuando llegué a la iglesia, tenía muchas amigas en la escuela, otras que vivían cerca y algunas amigas de la infancia. El tiempo fue pasando y comencé a darme cuenta que los pensamientos empezaron a ser muy diferentes, mis deseos ya no eran los mismos que los de ellas. Las conversaciones ya no estaban de acuerdo con mi fe, mis deseos tampoco, y mucho menos los planes para el futuro.
Las quería, pero había algo que no encajaba más, ya no lograba sentirme bien con las cosas que hacíamos antes, pasar horas con ellas ya no me parecía tan bueno, ¿dejar de ir el domingo a la iglesia, solo para pasear? ¡Ni pensarlo!
Entonces tuve que elegir entre tenerlas como mis mejores amigas y hacer todo para agradarlas, o agradar a mi Dios comenzando a relacionarme con personas de mi propia fe.
Así, comencé a buscar en la iglesia mis nuevas amistades. Como quería ser obrera, me quedaba junto a las chicas del grupo de evangelización y buscaba aprender cada vez más para crecer espiritualmente, después de todo, ellas también querían servir a Dios.
Entonces conocí a Fátima (foto con saco clarito), ella es una de mis mejores amigas, nos conocemos hace 17 años. Fuimos obreras juntas y teníamos el mismo sueño, servir a Dios en el altar.
Entonces podíamos compartir nuestros sueños, nuestra fe, hablar de temas espirituales que nos edificaban a ambas y ayudarnos una a la otra.
Era muy diferente a mis amigas de antes, ya que teníamos los mismos pensamientos y el mismo objetivo. Y así sucedió, cada una de nosotras se casó con un hombre de Dios y servimos al Señor en el altar pues supimos renunciar, lo que podría haber sido un impedimento para la realización de nuestro sueño.
A veces, usted tiene el deseo de servir a Dios o ser una mujer de Dios, pero solo se junta con personas que no tienen su misma visión, y solo la critican, la hacen dudar, la incentivan a hacer cosas equivocadas, pero esto no suma nada a su vida espiritual.
De esa manera usted continuará dividida y, tal vez, influenciada por una persona que no cree en su Dios, que no comparte su fe y que su pensamiento está en las cosas del mundo.
Elija sus amistades con sabiduría, son preciosas cuando nos bendicen, pero no cuando nos destruyen.
(*)Texto extraído del blog de Tânia Rubim