Respire y piense con calma en sus actitudes
Uno de los motivos por los cuales la gente actúa mucho sin pensar, es la vida acelerada. La mayoría de los días de la semana nadie tiene tiempo para sentarse a la mesa a la hora de cenar, y qué decir del almuerzo, para comer con calma con los familiares y conversar sobre asuntos circunstanciales. Lo mismo sucede en diversas situaciones, sea en el trabajo o en un vínculo afectivo. Pero, independientemente de la situación es necesario pensar con calma en cada decisión a tomar, y no precipitarse para evitar arrepentimientos.
“Si hay un problema, antes de pensar e intentar resolverlo de cualquier forma, verifique primeramente lo que lo motivó y cuáles podrían ser las consecuencias futuras. Después, piense en alternativas seguras y también prácticas para solucionarlo”, comenta la psicóloga Ana Alice Nogueira. Además sugiere que cualquier persona pida ayuda a alguien cercano en quien pueda confiar, como un compañero, padre, abuelos o hasta a un amigo.
Piense racionalmente y no deje que los sentimientos decidan. “Por más que piense en una solución aceptable, compruebe si no está actuando por la emoción, ya que no siempre lo correcto es realmente lo que creemos. Analice todas las consecuencias y evítese seguir mortificándose con un problema. Todo puede resolverse, basta, en primer lugar, la voluntad y el querer”, alerta Ana Alice.
Según la especialista, generalmente, las personas que demuestran ser muy ansiosas e hiperactivas acostumbran precipitarse para resolver cuestiones y enfrentar desafíos. “Cuando esté inquieto, busque caminar, tome un té o agua. Aproveche para arreglar el armario, leer un libro o cualquier cosa que capte su atención”, sugiere.
Dele tiempo al tiempo y piense con calma
“Siempre actué con mucha prisa y nunca tuve tiempo para evaluar mis actos. Ni siquiera al comer, lograba masticar bien. Esa forma de ser siempre me perjudicó, ya que nunca le di tiempo a las personas para que se expliquen sobre un hecho, ni tampoco a mí misma, para poder ver las salidas para mis problemas”, recuerda la estudiante de educación física Elizabeth Perenoti, de 26 años.
Para la estudiante las cosas realmente cambiaron solo cuando se dio cuenta que podría perjudicar su propia vida con tantas actitudes irreflexivas. “Yo siempre fui de cambiar mucho de auto, no esperaba que terminaran las cuotas y ya le transfería la deuda al otro auto. Hasta que un día caí en una trampa. Me emocioné tanto al comprar un vehículo mejor, que firmé el contrato sin leer y fui sorprendida”, cuenta.
Según Elizabeth, confió en la palabra del vendedor y no notó que el número de cuotas determinado en el contrato, era 18 veces mayor de lo que ella había programado. “Me precipité y me perjudiqué económicamente. Después de ese día comencé a actuar con tranquilidad”, finaliza.