Cuando una determinada iglesia es pobre económicamente, se preocupa por los pobres, pero cuando es rica, como la de Laodicea, deja su humildad para establecerse al nivel de los ricos y considerados grandes en sabiduría, en este mundo.
Paradójicamente, en Esmirna la iglesia pobre y humilde se torna rica frente a Dios, y la rica y orgullosa iglesia en Laodicea se vuelve pobre y miserable.
El tipo de trabajo ejecutado por el responsable de la iglesia en Laodicea es el mismo de muchas iglesias de hoy, tan preocupadas “por la pesca del salmón”, que les da tantas condiciones económicas y prestigio, ¡que se olvidan de las “sardinas”!
Y eso ha desagradado profundamente al Señor, que vino para salvar a todos. A partir de ahí, la Iglesia de estos últimos días ha perdido totalmente la visión de la voluntad de Dios.
Es rebelde, contradictoria y no teme al Señor. Por eso mismo está tomada por la ceguera de la situación en que se encuentra, la cual el Señor revela, diciendo: “… y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.” (Apocalipsis 3:17).
¡El refrán popular “no hay peor ciego que el que no quiere ver” fue tan real para la iglesia en Laodicea como para la Iglesia de los días actuales!
Aquellos que se “convencieron” al cristianismo, han creído que sus conocimientos bíblicos son capaces de justificarlos, y llegan a admitirlos en la presencia de Dios. Además de eso, la sensación de bienestar material hace que piensen que el Señor ha aprobado la condición espiritual en la que viven.
El desconocimiento de la propia situación ya es un síntoma de ceguera espiritual proveniente de la indiferencia a la práctica de la Palabra de Dios, y la consecuencia de esto es la apatía, el conformismo y la tibieza espiritual.
Por eso el salmista oró: ” Ojalá fuesen ordenados mis caminos
para guardar Tus estatutos ” (Salmos 119:5). En otras palabras, es necesario que haya firmeza de propósito y determinación en las cosas referentes al Reino de Dios, para que entonces se pueda practicar Su Palabra.
Cuando, sin embargo, el corazón está firme en la búsqueda de las riquezas de este mundo, el Reino de Dios queda en segundo plano, y, consecuentemente, la práctica de Su Palabra también. Es por ahí que viene la desgracia espiritual.
La iglesia en Laodicea comenzó caliente, como muchas iglesias de hoy en día; entre tanto, con el transcurso del tiempo, fue desviando su visión del objetivo principal y eterno, en virtud de vislumbrar otro blanco pasajero y corto, que es el económico.
La conclusión es que cambió la visión de la voluntad de Dios por su visión empresarial del mundo; o sea, tenía el conocimiento de la Palabra de Dios, pero, por su libre albedrío, prefirió practicar su propia voluntad. De ahí la razón de ser tibia. El Espíritu Santo, por intermedio del apóstol Pablo, advierte a todos los cristianos:
“Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar” Romanos 11.21-23
[related_posts limit=”12″]