El Señor Jesús quiere recuperar a los perdidos, pero ellos tienen que querer ser recuperados. ¡Caso contrario, Dios no podrá hacer nada! El Señor dijo:
“He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él Conmigo. Al que venciere, le daré que se siente Conmigo en Mi trono, así como Yo he vencido, y Me he sentado con Mi Padre en Su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”, (Apocalipsis 3:20-22).
En el desenlace de esta carta, el Señor Jesús se presenta a la iglesia corrupta como quien está del lado de afuera. ¿Cómo puede el Señor de la iglesia estar del lado de afuera? ¿Es posible esto?
No solo fue posible sino que lo es en los días de hoy. Es claro que ninguna iglesia va a admitirse en esta situación. ¡Sin embargo ha sucedido en muchas de ellas! ¡Desgraciadamente este es el cuadro de la iglesia de nuestro Señor hoy! Por eso, la iglesia en Laodicea proféticamente es la iglesia de los últimos días.
Muchos están dentro de las iglesias como frecuentadores, miembros u obreros, otros hacen parte del coro o tienen alguna función dentro de la iglesia, pero aún así el Señor Jesús permanece del lado de afuera de sus vidas.
Trabajan con el deseo profundo de ser útiles al Señor, pero hace mucho Lo expulsaron de sus corazones. Su comportamiento muestra cuán nocivos han sido a la causa del Señor, pues su mal testimonio ha bloqueado la entrada de otras personas al Reino de Dios.
El final de cada carta a las siete iglesias registra una promesa para el vencedor. Es vencedor aquel que humildemente oye y practica la Palabra de Dios, cueste lo que cueste, y no aquellos que solo forman parte activa de una iglesia.
Los demonios han hecho que muchas personas se eludan con ese tipo de cristianismo, pues ellas piensan que la salvación está garantizada por el hecho de hacer algún trabajo en la iglesia.
Ahora bien, ¡los obispos no tienen la salvación garantizada, ni los pastores, ni los obreros, ni los miembros! ¡La salvación necesita ser conquistada a cada momento de la vida!
¿Cómo? ¡Observando y practicando la Palabra de Dios! Por lo tanto, ¡el vencedor es aquel que se mantiene practicando la Palabra de Dios hasta el fin!
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