El grupo ayudó a un joven que estaba intentando suicidarse con una sobredosis haciéndolo desistir del hecho
La comunidad localizada en Nueva Jersey, en Estados Unidos, conocida como “Tent City”, es un lugar sin agua potable, sin cloacas y sin electricidad. Allí las personas viven en carpas, con casi nada, algunas lonas, frazadas y poca ropa.
Es difícil imaginar un escenario de este tipo, donde viven casi 50 personas, en una de las mejores economías del mundo. Como los “Hoovervilles”, de la Gran Depresión de los Estados Unidos en la década de 1930, las condiciones de vida en Tent City y otras regiones son de pobreza extrema.
Algunos de esos habitantes están desempleados hace meses o incluso años, incapaces de pagar sus hipotecas, sin tener donde ir. Abandonados por la familia, con vicios, muchos están enfermos y no pueden trabajar más.
Esas son solo algunas de las muchas razones que llevan a las personas a vivir en ese tipo de condiciones, dejando de lado la esperanza en el antiguo “sueño americano”.
Para llevar esperanza a esas personas, el pastor Manuel Canedo, del Cenáculo del Espíritu Santo de Filadelfia, junto con el Grupo Esteban – formado por voluntarios que quieren hacer la obra de Dios -, visitaron el campamento de Nueva Jersey, el último 4 de julio.
Triste realidad
Los voluntarios también conversaron con algunas personas y se sorprendieron con sus historias de vida. Uno de ellos, Víctor, contó que ha vivido en estas condiciones precarias desde hace 22 años y cuenta que no ve a sus hijos hace una década. Sufre de asma, diabetes y está desempleado hace meses.
Otra historia bastante conmovedora es la de un muchacho que estaba durmiendo con una aguja clavada en el brazo. Cuando el grupo intentó hablar con él, se incomodó y no quiso que nadie se acercara.
A pesar de los relatos dramáticos, los integrantes de la IURD no se desanimaron en anunciar a todos que para Dios no hay nada imposible.
Cambios después de la visita
Dos semanas después de la primera visita, el Grupo Esteban y el pastor Manuel regresaron a Tent City. Una vez más les hablaron del poder de Dios, capaz de transformar a cualquier persona.
Se pusieron muy felices al constatar que Víctor y el muchacho estaban mejor, incluso el primero había conseguido un empleo.
El muchacho de las agujas parecía estar más consciente que cuando lo habían visto la última vez. Él les agradeció, porque durante la primera visita, él estaba intentando suicidarse con una sobredosis: “Ustedes salvaron mi vida ese día”, dijo él.