Una cosa que me enseñó la vida es que amigos es una cosa, y personas con las que nos gusta salir o cuya compañía nos agrada es otra muy diferente. El hecho de que le agrade la compañía de alguien, o de que le sea útil (de diversas formas), no significa exactamente que realmente lo aprecie… Tiene que ver con que la vida es un gran juego de intereses. En esto puede incluirse todo tipo de interés: carencias afectivas, compañía, dinero, status… Todas peligrosas.
Hay personas que hacen eso incluso con Dios. Dicen que Lo aman, que Lo adoran, cuando en verdad quieren lo que Él puede dar. Pero respecto a Él, nada. Les gusta estar en Su compañía. Les gusta decir por todos lados que son de Él. Pero es como si Él fuera alguien de quien se extrae una utilidad.
Hay gente que solo quiere llevarse la herencia de Dios. Dice que Lo ama, pero solo quiere el beneficio.
Aunque Dios no se derrite de pasión por un hermoso ramo de flores con una tarjeta hipócrita. No va a sonreír porque alguien Le hizo su plato favorito. Por palabras bonitas y honores enmascarados.
Todo eso es muy bueno y hace bien. Pero solo cuando la verdad está incluida.
Amor en palabras, en canciones, en imágenes, es lindo. Incluso el de mentira.
Solo que él es mucho más bonito cuando sucede de verdad. Cuando es.
No cuando se dice o se canta de la boca para afuera.
Algunas personas piensan que pueden “seducir” a Dios.
Pero después de todo ¿Quién engaña a quien?
“No todo el que Me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos.
Muchos Me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros?”
Entonces Les declararé: “Nunca os conocí. ¡Apartaos de Mí, hacedores de maldad!”
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