Muchas mujeres cristianas enfrentan un gran dilema dentro de casa: la difícil tarea de saber lidiar con el marido no convertido, teniendo la responsabilidad de llevarlo a la Salvación.
La esposa convertida necesita dar testimonio de su fe no solo con palabras, sino, sobre todo, con las actitudes – que pueden, además de conducir a su marido a la conversión, salvar su matrimonio.
En el Nuevo Testamento hay un pasaje bíblico muy conocido, que habla directamente a las mujeres de Dios sobre cómo ellas deben comportarse ante sus cónyuges, independientemente de ser amadas por ellos o no.
“Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa.”, (1 Pedro 3:1-2).
El perfil de la familia de Dios
En el libro “El perfil de la familia de Dios”, el obispo Macedo explica que esa sumisión a la que se refiere el Texto Sagrado tiene que ver con un comportamiento tal, que el marido pueda leer la Biblia en la vida de su esposa.
“Si confirma la comunión de ella con el Señor Jesús, él sentirá un profundo amor y la compasión de Dios y tendrá curiosidad por conocer más sobre la iglesia en que ella participa”, dice el obispo.
Él lamenta el hecho de que, infelizmente, muchas mujeres sirven de piedra de tropiezo para sus propios maridos, que sienten hasta repugnancia de las personas convertidas, porque ven a sus esposas con “vestiduras santas” los domingos, pero durante el resto de la semana actuando peor que muchos incrédulos.
“Es necesario vigilar constantemente para medir las palabras pronunciadas y vivir más aquello que cree. No debemos usar solo palabras, sino actitudes de verdaderos siervos de Dios. A veces, hablamos demás y, entre las muchas palabras dichas, siempre hay una que puede lastimar”, resalta el obispo.
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