Los dones de poder reflejan el ejercicio del ministerio de la Iglesia del Señor Jesús. Esto, porque la Iglesia del Señor representa Su cuerpo. Entonces queda claro que tiene que haber una provisión celestial para que este cuerpo, que es el templo del Espíritu Santo, esté en condiciones de manifestar la gloria de Dios en este mundo.
Las manifestaciones de poder del Señor Jesús no eran hechas con la intención de revelar Su divinidad, ¡jamás! Al contrario, el Señor se manifestó poderosamente para mostrar al mundo la voluntad de Su Padre. Cuando Él curó ciegos, cojos, paralíticos, resucitó muertos, alimentó a millares de personas, estaba presentando a la humanidad el carácter de la voluntad de Dios para ella.
Exactamente al contrario de lo que dicen las filosofías religiosas, que afirman categóricamente que los dolores y enfermedades son “pruebas” que Dios impuso al ser humano. Mire, si sufrir con una determinada enfermedad significa una prueba de Dios para una persona, ¿por qué gasta tanto dinero en médicos y remedios para ser curada?
Por otro lado, si esto es verdad, podemos concluir que todos los médicos y remedios son diabólicos. Entonces, la prueba de que Dios se interesa en que todos sus hijos tengan absoluta salud y fuerza es que Él envió al Señor Jesús como el Médico de los médicos, con el fin de sufrir por nosotros y cargar toda la maldición de dolores y enfermedades sobre Su propio cuerpo, conforme afirma el profeta Isaías en el capítulo 53.
Después el Señor Jesús transfirió a sus seguidores la orden de continuar Su ministerio, curando enfermos, expulsando demonios y resucitando muertos. Es lógico que sus discípulos no podían hacer todo eso solitos. Entonces, Él les dio Su Espíritu para que a través de ellos y en cada uno que creyera en Él de todo corazón se manifestasen los dones de poder que siguen.