Hay algunos pasajes en la Biblia que nos pueden dejar intrigados o que no conseguimos comprender de inmediato su significado. Existe uno, en especial, que dice:
“Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” Mateo 5:29-30
Pero ¿cómo arrancarme un ojo o cortarme la mano? ¿Dios quiere realmente que nos automutilemos? ¿No sería eso una contradicción, cuando dice que nuestro cuerpo es Templo de Su Espíritu? Entonces ¿Por qué herirlo?
¿Eso no parece una incoherencia?
No, no lo es. Porque Jesús habla en sentido figurado y no en sentido literal, lo que nos permite comprender Su orientación.
Por eso, antes, vamos a hablar de unos bichitos que hacen exactamente lo que leímos arriba. ¡Exacto! Ellos se automutilan, porque tienen un motivo muy inteligente, a pesar de que sea drástico.
Hay algunas lagartijas y roedores que, cuando se sienten amenazados por un predador, pierden la cola, miembros y llegan a perder la piel para escapar del peligro. Después, esos tejidos se regeneran; sin embargo, para no correr el riesgo de ser tragados, dejan atrás parte de sus cuerpos, preservando lo que tienen como más importante: la propia vida.
Es interesante cuanto se asemeja ese ejemplo, en parte, con lo que Jesús dijo. Y es más interesante aun cómo podemos aprender con los reptiles, anfibios, crustáceos y mamíferos – como es el caso de la especie “camundongo” (originaria de Brasil)- a protegernos, y prevenirnos de los peligros que constantemente nos rodean.
Entonces ¿eso significa que si nos sentimos tentados a robar, debemos quitarnos las manos? Si nuestros pies nos llevan a un lugar inapropiado, ¿debemos quedar cojos? O si mis ojos vieran algo que sería bueno ver, ¿lo mejor es perforarlos o, incluso, arrancarlos?
No es nada de todo eso; sino, simplemente, proteger lo que tenemos de más valor, que es la salvación; evitando mirar, ir a lugares o practicar cosas que no van a hacernos bien.
Espiritualmente hablando, se refiere a que si tuviéramos que desviar la atención de nuestros enemigos, dejando de ver, hablar, cometer actos que van a perjudicarnos, o andar por caminos inciertos e inseguros -aunque eso nos cause dolor, sentimiento de pérdida y sacrificio – aun así, es preferible amputar esas voluntades y deseos engañosos a correr el riesgo de ser tragados por los “predadores del alma”.
¡Ah! Puede ser que esos bichitos lleguen a sentir dolor cuando dejan atrás partes del cuerpo, aun así saben que es lo ideal, la única alternativa que tienen si quisieran permanecer vivos. Y, en nuestro caso, salvos.
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