Superar el dolor de la pérdida es una tarea bastante difícil. No se trata solamente de la muerte física, del trauma, de la tragedia, sino de la falta que le hace ese ser querido, al que queda. De esta forma, la nostalgia se convierte en el punto de partida para el sufrimiento de muchas personas. Y con el fin de intentar disminuir un poco ese dolor, muchos corren hacia cementerios, para realizarles cultos a sus muertos.
Esto sucede el 2 de noviembre, cuando se conmemora el Día de Muertos, una tradición religiosa iniciada en 998 después de Cristo (d.C.), introducida por Odílio, un abad del monasterio benedictino de Cluny, en Francia. Él ordenó que los monjes orasen por todos los muertos, pero sólo 4 siglos después, esta fecha fue incluida en el calendario católico, a través de un papa.
Sin embargo, ya a partir del siglo 5, la Iglesia Católica le dedica un día por año a los muertos. Según la tradición, el Día de Todos los Santos, conmemorado el 1º de noviembre, celebra a las personas que murieron en “estado de gracia”, que hicieron el bien mientras estuvieron vivos; mientras que el Día de Muertos se le rinde culto a los muertos que se encuentran en estado de “purificación”, y por ese motivo sería necesaria la realización de ritos.
Cultura celta
No obstante, se estima que el origen de este día, probablemente no haya surgido del catolicismo, sino de la cultura celta -un pueblo que vivía en Europa, pero que desde el 1900 hasta el 600 antes de Cristo (a.C.) ocupó distintos territorios.
Los celtas son conocidos con diferentes nombres, según los lugares donde habitaron. Por ejemplo, en la Península Ibérica, eran los celtíberos; en Francia, los galos; en Gran Bretaña, los britanos o britones; y el más interesante: en Turquía, los gálatas. No se sorprenda de que este sea el motivo de que el apóstol Pablo hablara tanto, en su epístola a los gálatas, sobre idolatría, prostitución, embriaguez, hechicerías y otras “concupiscencias de la carne”.
Pablo citó a esos comportamientos porque los celtas acostumbraban venerar a las fuerzas de la naturaleza, considerada la “diosa-madre”. Además de adorar diversos ídolos como animales y divinidades diferentes, realizaban ritos místicos durante el año; entre los que estaban las celebraciones del final de un ciclo de cosechas y el inicio de otro, respectivamente el 31 de octubre y el 1º de noviembre.
Ellos creían que en la fiesta del 1º de noviembre -cuando se iniciaba el nuevo ciclo de producción – era el momento de aproximación entre “almas encarnadas y las incorpóreas”, siendo que las últimas estaban aguardando la purificación en el Purgatorio. Por ese motivo, llevaban para la celebración velas o algún tipo de luminaria hecha con bambú. De allí surgen las investigaciones que señalan que el catolicismo adhirió a la fecha bajo el Día de Todos los Santos (honrando las almas de todos los muertos), y el día 2, del mismo mes, la conmemoración del Día de Muertos, dedicado a los seres queridos que murieron.
Pero ¿cuál es la razón por la cual la religión católica adhirió a la cultura de los pueblos celtas? Sucede que el Imperio Romano, a pesar de ser muy rico en armas y estrategias de guerra, era muy pobre intelectualmente, por eso algunas culturas, entre ellas la celta, se mezclaron en el poderío romano, él cual se expandió y formó lo que se conoce hoy como la sede de la Iglesia Católica, en el Vaticano.
Lo que dice la Biblia
Sin embargo, no hay registros bíblicos, de que exista un lugar donde las almas de personas que practicaron más acciones (que no merecen el infierno, pero tampoco pueden entrar al cielo sin que estén limpias) estén para purificarse, en el conocido como Purgatorio.
Eso no existe, ya que Jesús mencionó sólo dos lugares adonde irá el alma en cuanto deje el cuerpo: al Cielo o al infierno. Y explica la condición del alma después de la muerte, en la parábola del rico y el mendigo.
En la narración bíblica, cierto hombre rico muere y es sepultado, mientras que un mendigo, de nombre Lázaro, y que vivía en su puerta mendigando migajas de su mesa, es llevado por los ángeles al cielo. En un momento, ya atormentado en el infierno, el rico levanta los ojos y ve a Lázaro y a Abraham (el padre de la fe), y se pone a clamar:
“Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.” Lucas 16.24
Pero Abraham responde:
“… una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá.” Lucas 16.26
Y el rico replica:
“Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.” Lucas 16.27-28
“A Moisés y a los Profetas tienen; ¡que los oigan a ellos!”– respondió Abraham – Lucas 16.29
“No, padre Abraham; pero si alguno de los muertos va a ellos, se arrepentirán.”– Insistió el rico – Lucas 16.30
“Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos.”– concluye Abraham – Lucas 16.31
Vea algunas situaciones interesantes: una es que existe la consciencia después de la muerte (vea el caso del rico que reconoce al mendigo); otra es que no hay Purgatorio ni cualquier otro lugar de purificación, sino el infierno (el rico estaba en tormentos) y el Cielo (donde Lázaro estaba con Abraham); la tercera situación es que no hay manera de que los muertos se comuniquen con los vivos (vea que el rico implora que el mendigo vaya hasta la casa de su padre para dar testimonio sobre la vida después de la muerte, a pesar de eso, no fue posible) y, finalmente, la verdad de que una vez que la persona muere, su alma va al lugar que eligió en vida. Es decir, que el destino del alma depende de lo que la persona hizo y a quien sirvió mientras estuvo viva -si al Dios de la Salvación Eterna, o al dios de este mundo-.
El consuelo en ese momento
Si usted está sufriendo por la pérdida de alguien es natural sentirse en el aire, sin algo que lo sustente. Pero sepa que eso puede ser momentáneo. El esfuerzo, en ese caso, es fundamental para que pueda superarlo, y usted sea libre de un tormento que se puede transformar en un martirio a lo largo de toda su vida.
En el caso que usted no esté logrando enfrentar solo esa situación, busque fuerzas en Dios. Él mismo llama a las personas que se encuentran cansadas y sobrecargadas, y las consuela, dejándolas livianas y libres (lea Mateo 11.28-30). Si ese ha sido su desafío encuentre el consuelo en Aquel que puede sanar ,de hecho, su dolor. Y no busque responsabilizarlo por eso.
Decepcionarse con Dios, no le servirá. Además. Usted puede llegar a enfriarse espiritualmente por ese sufrimiento y además, quedar lejos de quien puede ayudarle. Luche por un encuentro verdadero con Dios. Él siempre estará atento a sus angustias y aflicciones.
Piense en su vida y en sus planes futuros, pero, por encima de todo, confíe que el Señor Jesús no le desamparó y no va a dejarlo a merced de ese dolor para siempre.