Una substancia indeseable perfora la superficie de la ostra y se desliza, igual que un parásito, sobre su concha y capa, causando una irritación en su tejido de defensa. Así es que se inicia el ciclo de la formación de la perla natural. Cuando ese grano extraño perfora la concha y entra en contacto con el nácar (parte interna de la ostra, también llamada “madreperla”), todas las células comienzan a trabajar defensivamente sobre ese cuerpo extraño, aislándolo con la intención de proteger a la propia ostra de cualquier mal. Aun después de estar completamente enclaustrado, ese parásito continúa creciendo, formando la perla. Esa transformación se explica por el hecho de que la ostra no deja de segregar el nácar, y el cuerpo extraño se va desarrollando. Durante su composición, es sacudida, de un lado para el otro, y por estar ubicada en un lugar muy sensible, la perla termina lastimando el interior de la ostra, pero aun así, la ostra es resistente y no la deja salir. En otras palabras, podríamos decir que esa joya rara es fruto de una herida cicatrizada.
Eso sucede en nuestra vida. Seguramente, usted ya se encontró con innumerables situaciones difíciles sea en forma de injusticias, falsas acusaciones que le causaran perjuicios o cualquier otra influencia negativa. Es en ese momento que tenemos la libertad de elegir actuar como una ostra y encerrar la vida con fe, perdón y amor u optar por actuar como los demás moluscos, que no son capaces de soportar el ataque e inmediatamente abandonan el objetivo de convertirse en una perla.
Deténgase y piense: Dios no quiere que profundicemos en los golpes que atravesamos, y con Su presencia todas las heridas son cicatrizadas. Vacíese de cualquier mal que hay en usted. Solamente por medio de la Palabra de Dios es posible llegar a la Salvación. Siga adelante, Él le muestra el camino correcto. En la Biblia, la parábola de la perla dice:
“También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, y al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró” Mateo 13:45-46