Dios nos enseña que la fe sobrenatural tiene sus peculiaridades. Es el caso de Abel, por ejemplo. Su fe tenía tanta calidad que él ofreció más excelente sacrificio que el de su hermano Caín. Quiere decir que la fe requiere actitudes; ¡no puede estar en un nivel puramente teórico, bajo ninguna hipótesis! Esto es lo que ocurre con la mayoría de las personas cristianas.
Creen en Dios, en Su Palabra, buscan llenarse de conocimientos doctrinarios creyendo que eso es suficiente para su salvación. Lamentablemente ése es el espíritu religioso dominante en este mundo cristiano. La mayoría de los cristianos creen en el sacrificio vicario del Señor Jesús por ellos, pero no aceptan la idea de sacrificarse por el Señor.
La fe de Abel muestra claramente la diferencia entre la fe sobrenatural practicada y la no practicada. Naturalmente que el sacrificio hecho por la fe no es un trueque con Dios, pero el hecho es que la fe pura y con calidad exige una actitud concreta. Exige coraje para tomar actitudes contrarias a la propia razón, exige coraje para obedecer la Palabra de Dios, coraje para decir no al pecado, coraje para renunciar a la propia voluntad; en otras palabras, la fe sobrenatural exige coraje para vivir en la dependencia de Alguien que no se ve.
Cuando alguien insinúa dejar de lado el sacrificio en función de la fe, es porque desea ver el fracaso de los otros. La fe exenta de sacrificio es la fe farisea y antibíblica. Es como el mar sin agua, como el cielo sin estrellas, como un cuerpo sin espíritu.
Fragmento extraído del libro “Misterios de la Fe” del obispo Edir Macedo.