La vida de una persona depende directamente de su fe. Cuanto más saludable sea su fe, más saludable será su vida; cuanto más firme sea su fe, mayor será su conquista. La fe es el tesoro escondido al que el Señor Jesús se refiere en Mateo 13:44. Con ella se conquista el Reino de los Cielos. Y si conquistamos el Reino de los Cielos, ¿qué será imposible para nosotros en este mundo? El Señor Jesús es el Autor y Consumador de la fe, de manera que todos aquellos que en Él creen de todo corazón, con todas sus fuerzas y con todo el entendimiento, tienen el derecho y el privilegio de ser instrumentos de esa fe, y una vez que la poseen, deben ejercitarla para traer a la existencia las cosas que no existen, a fin de manifestar la gloria de Dios en este mundo.
El cristiano que piensa que sus vastos conocimientos seculares, bíblicos o doctrinarios son suficientes para las conquistas de la fe está absolutamente equivocado. La prueba de esto está en su propia calidad de vida. El gran problema es que, en vez de usar sus conocimientos doctrinarios para colocar la fe en práctica y ejercitarla, ha creído que con su bagaje de conocimientos puede ejercer una especie de autojustificación para el mérito de la conquista, y todos sabemos que no hay conquista delante de Dios sin que la fe sea ejercitada. No es por conocer la fe que vamos a alcanzar la promesa de Dios sobre nuestras vidas, pero sí por el hecho de colocarla en acción.
Israel es un excelente ejemplo de eso. El pueblo conocía a Dios y fue testimonio de Sus poderosos hechos en Egipto y en el desierto, pero en la hora de la necesidad, prefirió confiar en un becerro de oro. Así ha sido con mucha gente que se dice cristiana. En la hora de la angustia recurre a la brujería, magia y supuesta comunicación con los muertos, entre otras cosas que no agradan a Dios, para intentar salir de las dificultades.
La fe sobrenatural es el único vehículo que nos capacita a depender de Dios. Esa dependencia exige coraje, actitud y acción. Si los conocimientos bíblicos no son colocados en acción, de nada sirven. El propio Señor Jesús habló sobre eso en la parábola de los fundamentos de la casa construida sobre la roca y de la casa construida sobre la arena.
La Biblia deja bien claro el secreto de la plenitud de la vida, cuando el propio Creador dijo:
“Mas el justo vivirá por fe.” Hebreos 10:38
En este texto, Él muestra que la vida depende de la fe, esto significa que la conquista de la plenitud de la vida depende de la fe, creada, instituida y consumada por Él mismo.
Si uno es un ser inteligente que desea tener una calidad de vida digna de Dios, entonces primero tiene que buscar tomar posesión de una fe con calidad, que va a caracterizar la calidad de vida. ¿Qué hacer entonces para vivir en esa dimensión? Hay que desarrollar la fe en la práctica de la Palabra de Dios, y ese desarrollo no es más que ejercitar la fe, practicarla, sacrificar en la fe, en fin, vivir en la fe de aquello en lo que se cree.
Ésa fue la calidad de fe presentada por Abel, Abraham, Isaac, Israel, José, Moisés, Josué, Gedeón, Jefté, David y los apóstoles del Señor Jesús. Esa fe no estaba corroída como la de los escribas y fariseos, que tenían apenas el conocimiento de la fe, y por eso mismo era simplemente vacía, de palabras y circunstancial.
Fragmento extraído del libro “Misterios de la Fe” del obispo Edir Macedo.