“Gloria de Dios es encubrir un asunto;?Pero honra del rey es escudriñarlo.
Para la altura de los cielos, y para la profundidad de la tierra,?y para el corazón de los reyes, no hay investigación. Quita las escorias de la plata, Y saldrá alhaja al fundidor.”
(Proverbios 25:2-4).
No es solamente una vez que la Biblia habla, simbólicamente de purificar la plata. Es uno de los metales más nobles de la naturaleza, que era muy utilizado en los tiempos bíblicos por su preciosidad y durabilidad.
De los elementos metálicos, la plata es uno de los más impuros, generalmente se lo encuentra mezclado con otros minerales menos nobles. Como los metales tienen puntos de fusión diferentes, se somete a la plata al fuego para separarlo de los demás, purificándolo.
Por ese proceso de purificación, las Escrituras aluden al metal con una simbología espiritual muy fuerte. En el versículo citado en el comienzo de este texto, por ejemplo, se habla de la gloria de Dios, que debe buscarse a toda costa, aun cuando sea difícil. Ella está presente aún entre las impurezas, y le corresponde al hombre sensato separarla de lo que no le sirve. Así como de la plata extraída de las escorias se hacen preciosos objetos, discernir la gloria Divina en medio de la imperfección del mundo nos permite crecer con ella.
La plata también es llamada argento, palabra derivada del latín argentum, de donde proviene el nombre del país Argentina, por la abundancia de este metal en la región – el Río de la Plata recibió esa identificación por ser usado en el transporte de este y otros metales preciosos.
Sus aplicaciones
El proceso de purificación de la plata, sin refinamiento, requiere total atención durante todo el tiempo. De lo contrario, el material puede perderse.
La escoria de la plata está compuesta, generalmente, por hierro, plomo, carbono y bronce, formando una mezcla heterogénea y de mal aspecto, sin valor en estado bruto. Después de separarla de todo a una temperatura muy alta – se derrite a 962 ºC-, libre de los otros elementos, se vuelve limpia, brillante, maleable y apropiada para la confección de los más diversos objetos: joyas, utensilios domésticos, instrumentos quirúrgicos y piezas de maquinaria eléctrica – es el mejor conductor de energía entre los metales, que no es más usado solo por su alto precio, en su lugar se utiliza cobre, más barato-, entre otros. Bien cuidado, un objeto de plata pasa por varias generaciones. Era muy usado para acuñar monedas en los tiempos de la Biblia.
Las mayores aplicaciones de la plata hoy en día están unidas a su fotosensibilidad, pues compuestos de plata expuestos a la radiación solar, sufren disociación y liberan iones. Eso posibilitaba que fuera usado en las antiguas chapas fotográficas, del siglo XIX (las láminas de plata conocidas como “daguerrotipos”), que, expuestos a la luz, registraban la imagen, como la foto del escritor norteamericano Edgar Alan Poe tomada en 1848. Otros ejemplos de la utilidad de esa sensibilidad son las lentes fotocromáticas de los anteojos, que se oscurecen bajo la luz solar, o los papeles fotográficos (casi con el mismo principio que los daguerrotipos, pero adaptado).
Purificados para Dios
El hombre es comparado en la Palabra a la plata, llena de escorias:
“El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro,?Y al hombre la boca del que lo alaba.”, (Proverbios 27:21).
“Crisol” es una especie de vaso de cerámica en el que se realiza la purificación de la plata bruta. Manipulado a altas temperaturas, el recipiente contiene el metal en estado de fusión para ser moldeado, y volcado en los moldes. La comparación bíblica dice que el fundidor lleva la plata bruta (el hombre en su estado de pecado) al crisol a muchísima temperatura (una prueba, por ejemplo). El hombre se reconoce como pecador, pues antes no veía su “escoria”, que lo distanciaba de Dios, y se libra de sus pecados, purificado para la convivencia con el Señor.
La dependencia de Dios
Un detalle interesante es que la plata no se puede purificar sola. Se necesita la acción del fundidor profesional, con manos y ojos experimentados, prestando completa atención en cada momento del proceso para llegar a un metal limpio, bello, precioso y útil. De igual manera, el hombre no se purifica por su propia cuenta, usando la religión como pretexto para actos que lo “limpiarán”, sin Dios. Necesita la acción del Espíritu Santo, que quitará la ceguera y le hará ver sus pecados de los que debe ser separado. Solo Dios realmente lo purifica de sus escorias, si hubiere una entrega real a Él.
“Vino a mí palabra del Señor, diciendo: Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha convertido en escoria; todos ellos son bronce y estaño y hierro y plomo en medio del horno; y en escorias de plata se convirtieron. Por tanto, así ha dicho Dios, Señor: Por cuanto todos vosotros os habéis convertido en escorias, por tanto, he aquí que yo os reuniré en medio de Jerusalén. Como quien junta plata y bronce y hierro y plomo y estaño en medio del horno, para encender fuego en él para fundirlos, así os juntaré en mi furor y en mi ira, y os pondré allí, y os fundiré. Yo os juntaré y soplaré sobre vosotros en el fuego de mi furor, y en medio de él seréis fundidos.”
Ezequiel 22:17-21
Dios compara nuevamente al ser humano con la plata bruta, y a Jerusalén como una hornalla. Juntando a la materia impura en un solo lugar (en alusión a la iglesia, donde todos se unen para ver sus pecados y acercarse a Dios – pero no a la iglesia “templo”, sino al grupo de fieles), de allí saldrá algo realmente precioso y útil a Sus ojos, listo para las nobles obras de Sus manos.