Una de las mayores exigencias de la fe es el coraje. Si hay fe pero no se tiene el coraje para ponerla en práctica, entonces de nada sirve. El Espíritu Santo, a través del apóstol Santiago enseña:
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarlo?” Santiago 2:14
La fe sin actitudes de coraje es neutralizada. Las obras de la fe son actitudes de coraje siempre que no estén basadas en la confianza humana.
“Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, también la fe sin obras está muerta.” Santiago 2:26
El cristiano tiene fe de que el pecado desagrada a Dios, pero no tiene coraje para decir no al pecado. Entonces, ¿de qué le sirve su creencia en Dios? ¿Puede semejante fe salvarlo?
La persona tiene fe de que el Señor Jesús cura y libera, pero no tiene coraje para asumir esa creencia, tomando actitudes de fe con relación a eso. ¿Puede semejante fe curarlo o liberarlo?
Tanto la fe natural como la sobrenatural exigen actitudes de coraje para traer sus beneficios. El sacrificio, por ejemplo, es una actitud de valor que muestra la fe. La fe exige coraje para resistir al diablo, coraje para decir sí o no, coraje para desprenderse de ciertas cosas que atan a la persona al mundo; para definir de una vez la decisión a tomar, para confrontar el miedo; en fin, coraje para hacer lo que se tiene que hacer.
Fragmento extraído del libro “Misterios de la Fe” de Edir Macedo.