Siempre les preguntamos a las personas: “¿Todo bien?” Y la respuesta, que se volvió automática es: “Sí, todo bien, ¿y usted?” Sin embargo, ¿pensamos antes de responder? Y, ¿por qué está siempre todo bien?
“Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien.” 2 Reyes 4:26
Esa mujer tenía a su hijo muerto en su casa y buscaba la ayuda del profeta Eliseo, que fue usado por Dios al decir que ella tendría un hijo. A pesar de toda la situación caótica y trágica, ella respondió simplemente: “Bien.”
Sin embargo, ¿por qué ella respondió así, si su hijo estaba muerto?
La respuesta correcta
Sin murmurar – ¿De qué sirve reclamar y culparse ante una situación difícil? ¿Solucionará el problema? Ese “bien” usado como respuesta por la sunamita quiere decir primero, que es necesario ser fuerte ante todo lo que quiere debilitarlo. Es necesario mantener el equilibrio para saber tomar la actitud correcta ante una situación importante.
“Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Corintios 12:10
Sin difundir el problema – A algunos les gusta que todos sepan la situación de su casa, su trabajo, su vida económica. Claro que se son personas de la misma familia, es natural, sin embargo, ¿para qué decirle a quien no conoce bien?
La sunamita, al encontrar a Giezi, no le dijo nada de lo que estaba sucediendo, porque lo importante era hablar con Eliseo. ¿Qué se solucionaría si hablaba con el siervo?
Tenemos que discernir que no todas las personas son capaces de entender la fe de la misma manera, que a algunas les gusta saber el problema solamente para comentar con otros y hasta juzgar. ¿Y en qué ayuda eso?
Hay que hablar con quien profesa la misma fe, quien entenderá el mismo lenguaje, quien podrá ayudarlo en oración, con alguna actitud de fe, algo que lo fortalezca y le redoble el equilibrio de manera sabia.
Buscando la solución – La sunamita no murmuró ni difundió la noticia, ella simplemente tomó una actitud para encontrar una solución, porque no aceptaba la muerte de su hijo. A su marido no le había dicho nada.
Cuando buscamos resolver un problema, mientras más hablamos con las personas, más espacio abrimos para la posibilidad de oír opiniones contrarias a nuestra fe. Eso no trae ningún resultado.
Que podamos ser como esa sunamita, que, aun con su hijo muerto en casa, no desistió y salió a buscar una solución.
La fe puesta en práctica puede traer vida, solo depende de nuestra posición personal ante los problemas. Es necesario reaccionar y no dejar que las condiciones engullan a las actitudes.