La vida abundante prometida por el Señor no es una utopía, tampoco es automática. Tal vez sea por esta razón que muchos han abandonado la fe. La calidad de vida prometida está sujeta a la relación estrecha y continua con Dios a través del ejercicio de la fe. Ejercitar la fe no significa necesariamente ser religioso o constante en la iglesia. El ejercicio de la fe exige obediencia incondicional a las enseñanzas de Jesús, de acuerdo con la Biblia Sagrada.
Muchos han desperdiciado años de vida en los vicios, en la prostitución y en toda forma desordenada de vivir. Y cuando oyen la promesa Divina de una nueva vida, piensan que ella sucede automáticamente. Probablemente esas personas piensan que Dios es mágico y que, en un chasquido de dedos transformará sus vidas. Realmente, la promesa Divina es de nueva vida, con abundancia. Pero las personas necesitan entender que esa vida de calidad depende de la asociación con el Altísimo a través de la fe. Y, a partir del momento en que se establece la sociedad del ser humano con el Espíritu de Dios, se inicia la plenitud de vida.
Poco a poco, conforme se va cultivando esta relación, el nuevo aliado de Dios conquista las promesas. Naturalmente, la parte más difícil de esta alianza va por cuenta del ser humano, porque Dios no obliga a nadie a someterse a Él. Cada uno es libre para escoger su propio camino. La mayoría de las personas optan por seguir el camino contrario al de la fe, aun con todo su sentimiento de fe en el corazón.
Pero la fe es una cuestión de obediencia a la Palabra y no un sentimiento del corazón. Confundir fe con sentimiento de creencia significa frustración total. Veamos, por ejemplo el sentimiento de pesar generado por una situación difícil: las personas, en general, al ver a un pobre mendigo tirado en la calle, sienten pena. Ese sentimiento muestra un corazón bueno. Pero, ¿de qué sirve tener un buen corazón si no hay una actitud en relación al pobre necesitado? Mejor sería matar el hambre del mendigo independientemente del sentimiento del corazón. Así también es la fe: ¿de qué sirve tener un sentimiento de creencia en Dios si no hay una actitud en relación a Su voz?
Dios espera la acción humana con respecto a Su voz, para, entonces, manifestar Su reacción. Es por eso que la vida abundante y eterna depende de la acción de la fe. Depender de la fe significa depender de Dios de forma práctica.
La acción de la fe resulta en la reacción de Dios. Esa es la razón por la cual la vida abundante y eterna depende de la acción de la fe, y depender de la fe significa depender de Dios de forma práctica.
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