Todos los humanos nacen con fe natural. Independientemente de la religión que profesen, la fe natural es inherente a todos los seres humanos. Sin ella, es imposible vivir. Para pararse, las personas necesitan creer que sus pies soportarán el peso del cuerpo; el trabajador cree que a fin del mes recibirá su salario; el paciente necesita creer en la capacidad de su médico para ser ayudado; el agricultor necesita creer para sembrar. Y así sucesivamente.
Ninguna profesión, ningún trabajo es ejecutado sin fe natural. Absolutamente todo en este mundo es hecho mediante la fe natural.
Pedro, usando la fe natural, lanzó las redes en el mar durante toda la noche y no consiguió nada. Lo que significa que la fe natural no siempre produce el efecto deseado, porque está sujeta a las circunstancias. Sin embargo esto no sucede con la fe sobrenatural pues ésta no está sujeta a nada excepto a la confianza en la Palabra de Dios. La fe es sobrenatural porque depende de la revelación divina.
Pedro respondió: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red” (Lucas 5:5).
Ahora, como pescador experimentado Pedro tenía conciencia de que no había peces allí, pero, en obediencia a la palabra de Jesús (acto de fe sobrenatural) él lanzó la red. Habiendo hecho esto recogió tantos peces que necesitó de la ayuda de otros pescadores para no perder ninguno.
Pedro usó tanto la fe natural como la sobrenatural. La primera falló, pero la segunda funcionó mejor de lo previsto.
Ese es el tipo de fe que trae beneficios prácticos en este mundo y sobre todo en el venidero. Pero es necesario tener cuidado para no confundir la fe sobrenatural con la emotiva. La fe sobrenatural tiene que ver con la razón y la fe emotiva con los sentimientos.
La fe sobrenatural nos impulsa a creer que Dios cumplirá todo lo que prometió independientemente de los sentimientos o circunstancias.