Las elecciones siempre son parte de un plan de ascenso en la vida de una persona. Antes de cursar en la facultad, ya tenemos en mente la profesión que más nos gusta. Antes de casarnos, pasamos un tiempo observando y conversando con la persona para conocerla mejor como compañera. Incluso antes del bautismo en las aguas, Dios está presente en nuestras vidas.
La carrera, el matrimonio y el bautismo son algunas de las pocas y principales experiencias de vida que no debemos olvidar o dejar que se enfríen en nuestra memoria con el pasar del tiempo. Significan elecciones que determinan lo que somos y lo que seremos.
Cuando permitimos que alguien entre en nuestra vida, estamos abriendo una nueva oportunidad para crecer en esa relación y dar muchos frutos. Imagine cuánto conocimiento sobre un determinado tema, que tanto le interesa, el profesor puede transmitirle. Cuánta confianza su compañero puede ofrecerle en la relación. Cuánto Dios lo ama.
Imagine lo que puede retribuir, satisfecho y feliz, en esas experiencias. Cuando somos agradecidos por lo que tenemos, estamos preparados para realizar más planes y concluirlos con éxito. Si estamos firmes en nuestras relaciones actuales, tenemos más fuerza y determinación para seguir y planear el futuro.
Y aunque no haya realizado las experiencias citadas y todo lo que planeó, aproveche lo que ya ha conquistado y, con su fe inteligente, enriquezca aún más los nuevos planes.