Sufrimiento, dolor, angustia y odio. Esos eran algunos de los sentimientos que rodeaban a Dominique Mouele. Él fue un niño que no tuvo mucho con que preocuparse, ya que creció en un ambiente familiar estable, era buen alumno, dedicado y serio. Nadie podría imaginar que un joven con tantas referencias buenas se convertiría en alguien violento y usuario de drogas.
El dicho popular lo dice: “¡Dime con quién andas y te diré quién eres!” Y fue justamente lo que sucedió con Dominique. El cambio fue radical cuando conoció una muchacha muy popular en la escuela, quien lo encantó. “Comencé a involucrarme con esa muchacha. Ella tenía tanta influencia sobre mí, que me llevó al mundo del alcohol, cigarrillos y de las malas compañías”, cuenta.
A los 15 años, se transformó en un criminal conocido. “Estaba implicado en luchas entre ciudades y robaba por las calles. Todo eso hizo que fuera buscado por la policía. Un año más tarde, para escapar de los problemas, mi familia y yo tuvimos que huir. Nos fuimos de Francia a Inglaterra, pero aun así, mantuve mis malos hábitos.
Terminé entrando en una banda muy peligrosa, “The angry boy”, y todos mis días eran de ilusiones. Yo siempre estaba armado y no respetaba a nadie”, recuerda.
Por haberse involucrado en las drogas, Dominique estuvo preso y fue liberado por la policía 36 horas después, bajo el aviso de que, después del juicio, debería permanecer 15 años en la prisión.
“Mi madre ya frecuentaba la Iglesia Universal del Reino de Dios y, como siempre hacía, me invitó a ir con ella. No tenía más nada que perder, entonces, acepté la invitación. Aun sin saber orar, hice un voto a Dios, y dije: ‘Mi Dios si usted me libra yo le doy mi vida.’ Desde entonces, dejé los vicios, las malas compañías y comencé a frecuentar asiduamente las reuniones de fe y a participar de las actividades de la Fuerza Joven.”
El día que tenía que presentarse en la justicia, Dominique cuenta que los policías simplemente se olvidaron de él. “Mi audición fue postergada un mes. Pero, antes de la fecha de mi juicio, la policía vino a mi casa para decirnos que no era más culpable y que, por lo tanto, no iba a prisión. Eso fue un milagro de Dios para mi vida. No dudé en entregarme 100% a Dios.”
La conversación con Dios le sirvió para que tomara un nuevo rumbo. “Ahora, dedico mi vida completamente a Dios, estoy feliz de poder sacrificar para ayudar a los demás. Tengo alegría y paz en mi casa”, destaca el hoy pastor Dominique, responsable de la Fuerza Joven de Francia.