Abel era el hijo mayor de Adán y Eva, era pastor de ovejas y tenía un hermano menor llamado Caín, que era labrador (Génesis 4:1-2).
En un determinado momento, Abel ofrendó al Señor al primogénito de sus ovejas, pero su hermano Caín trajo frutos de la tierra. Sin embargo, Dios le prestó atención solamente a la ofrenda de Abel, lo que dejó a Caín triste y airado (Génesis 4:3-5).
El secreto de Abel
Muchos se preguntan porqué solamente la ofrenda de Abel fue aceptada, siendo que Caín también llevó los frutos de la tierra para Dios.
El versículo 4 dice que Abel llevó a las ovejas primogénitas, o sea, él tuvo el cuidado de separar una por una. Él dio su mejor al Señor.
En ningún momento dice que Abel se quedó pensativo analizando si daría su ofrenda a Dios realmente. Es decir, a diferencia de su hermano Caín, quien dio algunos frutos, Abel fue minucioso y pensó cómo agradar el corazón de Dios con algo especial, y no solamente con algunos frutos de la tierra.
¿Cómo ser un Abel?
¿Cuántas veces pensamos más en los problemas personales que en una manera de agradar a Dios? ¿Alguna vez llegó a pensar Abel, que perdería lo mejor de su tierra, dando su mejor para Él?
Ese hombre nos enseña que tenemos que ofrendar, agradar a Dios con nuestro mejor, independientemente de que eso traiga algún supuesto prejuicio financiero o patrimonial. Lo que importa es agradar a Dios por encima de todas las cosas.
Usted ¿está dispuesto a desapegarse de sus cosas en pro del Reino para que el nombre de Dios sea reconocido sobre la Tierra?
Que usted tenga ese corazón puro y desprendido de Abel, que se preocupa primero por las cosas de Dios y no en tener para sí mismo o en juntar riquezas para su propio provecho.
“En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir.’ ” Hechos 20:35