Según un estudio realizado por investigadores estadounidenses, una buena alimentación en la infancia permite aumentar la inteligencia en estado adulto. Numerosos estudios han mostrado las grandes ventajas que ofrece una alimentación sana y equilibrada, gracias a ella, el organismo recibe todos los nutrientes necesarios para poder funcionar y desarrollarse correctamente.
“Hemos comprobado que una buena nutrición en la infancia más temprana proporciona beneficios en términos de capacidad intelectual”, explica a elmundo.es Aryeh D. Stein, profesor de Salud Pública en la Universidad de Emory (Atlanta, EEUU) y principal autor de una investigación sobre el tema, cuyas conclusiones se publican en el último número de la revista ‘Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine’.
Un equipo coordinado por Stein analizó entre 2002 y 2004 los datos y habilidades intelectuales de un grupo de 1.448 guatemaltecos que, en su niñez, habían recibido suplementos alimenticios. Todos ellos procedían de cuatro localidades rurales con problemas nutricionales. Aproximadamente la mitad de la muestra habían tomado, como añadido a su dieta habitual, ‘atole’ (una bebida caliente de harina de maíz disuelta en agua o leche rica en proteínas) mientras que los otros habían consumido ‘fresco’, una bebida con abundantes azúcares.
Los niños que tomaron ‘atole’ vieron cómo su ingesta de proteínas se incrementaba en un 29%, mientras que su consumo total de energía aumentaba un 10% en comparación con el resto.
Mejor alimentados, mejores resultados
Los resultados de la investigación mostraron que los individuos que consumieron ‘atole’ entre su nacimiento y los 24 meses presentaban mejores habilidades intelectuales, cognitivas y de comprensión que el resto de participantes –tanto quienes habían tomado ‘fresco’, como los que bebieron ‘atole’ pero a partir de una edad más avanzada-.
“Analizamos otros patrones alimenticios y otros factores que pudieran haber influido en los resultados (como el nivel educativo), y descubrimos que, teniendo en cuenta todos esos factores, existe una relación entre la nutrición en la niñez más temprana y la capacidad intelectual que se tiene años después”, señalan los autores, quienes no han podido determinar qué mecanismos están detrás de esta asociación.
Según apunta Stein, las conclusiones de su trabajo podrían ser útiles en otras poblaciones con déficit nutricionales. “Nuestra intervención se basaba en alimentos tradicionales, por lo que creemos que suplementos culturalmente adaptados podrían usarse ampliamente en otras zonas”, aclara.
El próximo paso en la investigación será averiguar si los beneficios permanecen en las generaciones siguientes. “Estamos muy interesados en seguir estudiando y avanzando”, concluyen los investigadores.