La Biblia es radical en ese asunto y se refiere siempre a dos lugares: Cielo e infierno
¿Qué es el arrepentimiento? La Biblia nos dice que es un cambio de mente. El verdadero cristiano necesita pasar, en primer lugar, por el arrepentimiento, o sea, es preciso que tenga su mente totalmente cambiada, a fin de poder recibir el Espíritu Santo y ser de hecho una nueva criatura.
Arrepentirse no es entristecerse y lamentar el acto practicado; no es sólo afirmar en su corazón el deseo de no practicar más determinados actos porque no le guste, por haber sido perjudicado por eso o por algo así. Arrepentirse es más que eso; significa cambiar por completo su mentalidad en relación a aquello que practicó.
Una persona verdaderamente arrepentida comienza a odiar su estado anterior; no aceptando más aquel modo de vida. Ese cambio de mente depende de la persona, pero también de la acción del Espíritu Santo, o sea, depende de la voluntad del individuo en cambiar y volverse una nueva criatura, y de la acción de Dios en fortalecerlo a fin de que pueda dejar las cosas viejas.
Cuando el apóstol Pablo en 2 Corintios 5:17 dijo: “… si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”, se estaba refiriendo a un arrepentimiento sincero, que indica la adopción de nuevos principios y nuevos objetivos. El cristiano arrepentido tiene su mente, sus actitudes y su comportamiento cambiados en relación al pecado, y ese arrepentimiento es indispensable para que pueda heredar el Reino de Dios.
Juan el Bautista comenzó predicando “arrepentíos porque ha llegado el Reino de Dios”. El Señor Jesús también, en sus primeros días de ministerio terrenal, anunciaba: “Arrepentíos porque el Reino de los Cielos ha llegado”.
El arrepentimiento es una actitud que parte principalmente del corazón humano, motivado por el conocimiento de la Palabra y por la acción del Espíritu Santo, que lo fortalece para reconocer la veracidad de la Palabra.
¿El arrepentimiento es instantáneo o progresivo? Existen personas que toman actitudes drásticas en relación al pecado colocándolas inmediatamente en acción en su vida. Otras personas actúan más lento en cuanto a cambios; son generalmente las que tienen muchos compromisos. Depende mucho de las experiencias de cada uno, de la manera que encaran la vida, y hasta de la forma con que se encontraron con el Señor Jesús.
Tomemos el ejemplo del apóstol Pablo, que tuvo un encuentro radical con Cristo. En la misma semana era una nueva criatura, habiendo pasado por un cambio radical e inmediato. Nicodemo, al contrario, vivía rodeando al Señor Jesús; Lo buscaba en mitad de la noche y tuvo otro comportamiento acerca del arrepentimiento; sólo más tarde cambió su vida completamente.
Es por eso que la conversión es entendida como algo progresivo: nadie se convierte de un día para el otro. Es hasta posible que algunas personas tengan un cambio radical, “del agua al vino”, de un momento al otro; pero eso no se puede establecer como modelo, pues depende de la forma en cómo se relaciona con el Espíritu Santo, de cómo oye e interpreta la Palabra de Dios y de las barreras que tiene por delante.
La Biblia también nos dice que Dios derrama Sus bendiciones como lluvia, que pueden ser gotas de rocío, lluvia abundante o tempestad. Así es el arrepentimiento. Las personas van oyendo y practicando la Palabra, van tomando de a poco conocimiento de la gravedad de sus pecados y teniendo voluntad de cambiar.
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