Las características que predominan en sí hablan acerca de su fe, hablan sobre el “Dios” en quien usted cree.
“Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna.” Hechos 3:2-3
¿Cuál es su actitud? ¿Usted es llevado al “templo” impulsado por la religiosidad? ¿Permite que lo lleven porque no tiene iniciativa?
No sé lo que usted es, amiga lectora. Pero las características que predominan en sí hablan de su fe, hablan sobre el “Dios” en quien usted cree.
Si usted permite dejarse llevar por una persona “caritativa” para que siempre dependa de los demás y así se quede esperando limosna, es porque su creencia es igual a la del diablo, que incluso creyendo en Dios (Santiago 2:19), ¡no deja de ser diablo! Cree en Dios, solo de “la boca para afuera”.
Amiga lectora, aprenda a usar su fe inteligente. Solo piense, ¿cuál es la limosna que la hace siempre depender de los demás?
En relación a determinadas situaciones, siempre se apoya en los demás. Así, muchas veces – o la mayoría de ellas – se parece a ese hombre cojo, que no andaba y se permite “arrastrar” por sus limitaciones.
Las personas, por consideración, atienden a su dificultad, pero, incluso así, no resuelven la situación, ¡pues constantemente usted termina revelando dependencia de la acción ajena!