“Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra.
Porque han visto mis ojos tu salvación…”, (Lucas 2:25-30).
Ese hombre era justo, era piadoso. Perfectamente correcto a los ojos humanos. Pero moriría en paz después de conocer al Señor Jesús.
Sus ojos vieron la salvación.
¿Y los suyos? ¿Qué han visto? Con certeza muchas cosas, sanidad, liberación, prosperidad, bendiciones en la familia, y muchas otras.
Pero sepa, nosotros vemos lo que esperamos, y lo que esperamos, buscamos.
“Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón…”, (Jeremías 29-13).
La propuesta del Ayuno de Daniel, no es solo para los 21 días, sino hasta que sus ojos vean la salvación.
Obispo Djalma