Era un día como cualquier otro. Tomé mi automóvil y me introduje en el tránsito. Cuando, de repente, ni bien el semáforo se puso en verde, surge un automóvil por detrás, prácticamente, empujando al mío y acelerando. Yo no entendí bien, no tenía lugar para moverme, habían demasiados autos. Me puse nervioso, toqué bocina, solo buscaba salir de la situación, que cada vez era más caótica. Bajé la ventanilla del auto y grité todas las palabras que me vinieron a la mente, todas vulgares. ¡Y terminó mi enojo!
Sin embargo, la sorpresa y la vergüenza estaban por llegar.
Cuando llegué al trabajo, nervioso y irritado, mi jefe me preguntó qué había sucedido.
– Juan, ¿qué pasó?
– No sabes, César, me puse tan nervioso en el tránsito. Una persona prácticamente me empujó, toco bocina, queriendo pasarme, pero no tenía espacio para eso.
– ¿En serio? ¿Y qué hiciste?
– No tenía manera de dejarlo pasar, únicamente si mi auto pudiera flotar. Me puse tan nervioso que bajé la ventanilla y lo insulté con todas las palabras que conozco, además de gesticularlas. Creo que me expresé lo suficiente como para que se diera cuenta lo enojado que estaba por su actitud.
– ¿Pero no viste quién era? ¿Hombre, mujer, un anciano? ¿Qué auto era?
– No, no vi quien era. Con la ventanilla cerrada me esfumé. La persona no tuvo coraje de enfrentarme. Pero era un auto color plata, de la misma marca que el suyo.
– ¿De la misma marca o era el mío?
– ¿El suyo?¿qué?
– Sí, yo era quien estaba atrás. Estaba intentando llamar tu atención, para jugar contigo en medio del tránsito, para aliviar el estrés. Pero vi que te pusiste muy nervioso, no sirvió de mucho, ¿no?
¡Mi semblante cayó en ese mismo instante! Me dio un escalofrío, una sensación que me puso completamente colorado. Todos los que escucharon la conversación comenzaron a reírse de la situación y me convertí en el chiste el resto del año. Hasta hoy, no sé cómo no perdí mi empleo, después de haber actuado así con mi propio jefe.
¿Qué ha hecho usted cuando piensa que nadie lo ve o que no hay personas conocidas cerca suyo?
La educación y la buena conducta son primordiales, mucho más para un cristiano.
La conducta descuidada, sin pensar, es lo que muestra aquello que está dentro del corazón. Un corazón sucio no logra esconderse por mucho tiempo. Más tarde se lo verá por los actos y las palabras.
“¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.” Mateo 12:34
¿De qué está lleno su corazón? Si fuera de amor, con certeza la boca proferiría palabras cariñosas, y su conducta sería paciente.
A un corazón limpio se lo ve a la distancia. Un acto de solidaridad, por ejemplo, en medio a una guerra, gana notoriedad en la prensa o, como mínimo, entre los amigos y familiares.
Ahora, evalúese. ¿Cómo se ha comportado en el tránsito, en situaciones de nervosismo o de desentendimiento?
Hay quien dice: yo soy así, no logro contenerme.
¿Por qué será? Porque es imposible detener las palabras, mucho más cuando el corazón está sucio, lleno de dolor, carente del amor de Dios.
Limpie su corazón diariamente, así como lo hace con todas las cosas. Si los platos quedan sucios en la pileta, ¿no darán mal olor? Cuide su corazón todos los días. Pídale a Dios que lo limpie y que lo que haya de malo, no lo domine.
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.” Mateo 5:8
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