Sentir enojo es algo común en nuestros días. Es un sentimiento, que muchas veces, proviene de la frustración frente a situaciones cotidianas en las cuales perdemos el control. Puede ser motivado contra alguien o algo, pero se exterioriza, principalmente, cuando nos sentimos heridos o amenazados. El enojo también puede ser una emoción pasajera o prolongarse, y recibe otros nombres según sea su intensidad: rencor, ira, furia, odio, crueldad.
Tan importante como saber los diferentes nombres por los cuales se lo conoce, es saber lidiar con el enojo, controlarlo. Existen innumerables situaciones que nos hacen sentir enojo, pero, cuando nos damos cuenta de que estamos siendo atacados con injusticias o cuando vemos a alguien que sufre una injusticia, parece que el enojo aflora con más facilidad.
La mecha del enojo
El enojo es una de las emociones que están más presentes en la vida moderna. Al estar muy bien escondido dentro de nosotros o expresado violentamente, el enojo nos incomoda y provoca culpa. El enojo puede inundar a alguien de una energía tan intensa que es casi imposible estar cerca de esa persona sin sentirse afectado.
Las reacciones son muchas: además de sentir enojo, miedo, desagrado o simplemente incomodidad. Poquísimos de nosotros permaneceríamos indiferentes o compasivos ante el enojo. Cuando pasa esa ola furiosa deja vergüenza, malestar, objetos quebrados, relaciones deshechas, accidentes, y una sensación muy grande de arrepentimiento.
Muchos intentan suprimir el enojo, pero, en estado de contención solo va a acumularse y volverse cada vez más poderoso. Bastará tan solo un motivo, incluso el más bobo, para que sea liberado totalmente. Y aquella persona que siempre es tan controlada, se muestra totalmente cambiada, trastornada, haciendo cosas increíbles. Y nadie entiende cómo un motivo tan insignificante puede generar una reacción tan avasalladora.
¿Qué hacer?
Existen una serie de actitudes que pueden tomarse para intentar controlar el enojo. Cuando estuviera frente a alguien que le hace sentir enojo, cuente hasta 10. Si no fuera suficiente, cuente hasta 100. Respirar profundamente es una buena forma de calmarse, ya que las respiraciones lentas atenúan el ritmo cardíaco. Por otro lado, ejercicios aeróbicos, como la caminata rápida o trotar, pueden ser óptimos para lidiar con el problema, ya que liberan, en la sangre, adrenalina y endorfina-sustancias que ayudan a calmar y a controlar las emociones-.
También es posible tomar una actitud, concretamente, pero en el momento adecuado: tenga una botella de agua siempre bien cerca y cuando aquella persona por la que usted siente enojo comience a hablar, haga como si fuese a tomar agua, pero no trague ni escupa el líquido. Contenga el agua en la boca hasta que el rival deje de hablar o se vaya. Sólo recién después, trague el agua.
Escribir sobre el problema también permite que usted calme este sentimiento malo y ayuda a pensar cuál es la mejor forma de lidiar con éste. Cuando reaccionamos inmediatamente a algo, la decisión está basada en la emoción. Entonces utilice su fe inteligente. La chance de resolver la adversidad de la mejor forma es mucho mayor cuando pensamos con la cabeza fría. También hay distracciones que pueden disminuir el enojo: cocinar, caminar con el perro, dibujar o practicar su hobby predilecto.
Cambie de actitud y ore
No reaccionar a una provocación ayuda mucho. Un estudio reciente descubrió que responder solidariamente cuando un colega le trata de forma ríspida es una buena forma de resolver una situación tensa. Otra sugerencia que puede funcionar, aunque usted no olvide el incidente, es perdonar a quien provoca enojo. El perdón puede ayudarlo a dejar de triturar los pensamientos malos que no salen de su cabeza.
Los investigadores demostraron que si la persona logra orar a Dios por quien lo enojó, logrará tranquilizar ese sentimiento. La oración disipa los pensamientos negativos. Tal vez, la decisión no parezca simple, pero quien estuviera dispuesto a intentar, puede comenzar por las actitudes que juzgara más fáciles hasta alcanzar las alternativas más difíciles. Pero para llegar hasta eso es necesario dar el primer paso y contar con la orientación del Señor Jesús, el Solucionador, para resolver el problema.
¡Piense en eso!