Ni bien se levanta, corre hacia el espejo. Se cepilla el cabello, se maquilla, se pone la prenda que más combina con el humor del día y está lista. Antes de salir se mira nuevamente, porque está muy preocupada con lo que van a pensar y decir de su apariencia.
Un espejito adentro de la cartera es indispensable. Cada 5 minutos es importante darse un retoque en el rímel o en el labial. Todos dicen que ella es bella, pero ni siquiera frente a esta afirmación ella logra verse a sí misma.
Después de una mañana agotadora en el trabajo, sigue con los cuidados de su apariencia. Tiene que correr al instituto de belleza porque su exterior tiene que estar a punto. Hacerse las manos y arreglarse el cabello es indispensable. Llega el final del día y logró terminar todo el ritual de belleza.
Pero eso no es todo. Al llegar a casa, se mira nuevamente en el espejo y comienza a ver sus imperfecciones . ¿Dónde? Tal vez si se afinara más la nariz sería más parecida a aquella actriz tan famosa, o si se hiciera una lipoaspiración sería más delgada y elegante, como que su cantante favorita. O si se retocara aquí o allí sería la más perfecta entre todas. Y finalmente llega la decisión: ¡Voy a hacerme una cirugía plástica y listo! Una, dos, tres…y por ahí va. Y de tanto modificarse, lo que tenía que ser más bonito, termina siendo un desastre.
Una historia y millones de personajes. Así es la vida de las personas que exageran en cuanto a la vanidad. Personas bonitas, pero que se ven defectos inexistentes.
A ex-modelo coreana Asa Mioku, (foto) sintió en su propia piel, literalmente, lo que causa el exceso de vanidad.
A los 28 años, Asa comenzó su búsqueda por la perfección. Estaba obstinada en tener la piel suave y tersa, entonces decidió mudarse a Japón y después de algunas cirugías los médicos se rehusaron a hacerle más tratamientos.
Disconforme y obstinada, la joven se inyectó aceite de cocina en el rostro y quedó totalmente deformada. En el intento de reparar el error, se realizó diez operaciones más. En la primera, los cirujanos removieron 60 gramos de silicona, óleo y otras sustancias extrañas de su rostro, además de 200 gramos en el cuello.
¿Y yo? ¿Necesito una cirugía plástica?
Quien desee someterse a una cirugía plástica precisa estar consciente de que no siempre el resultado final es el deseado.
La Argentina es uno de los líderes en el mundo en cantidad de tratamientos estéticos. Según un informe del trigésimo Congreso Internacional de Medicina y Cirugía Cosmética, se realizan en el país unas 300.000 intervenciones anuales, cifra que supera a Francia, Canadá y Gran Bretaña. Se estima que sólo en 2010 se colocaron 60.000 implantes mamarios, cifra que ubicaría al país en el cuarto país del ranking mundial.
La mayoría de las pacientes son mujeres -sólo entre el 10 ó el 15% son varones-, de entre 21 y 31 años (aunque existen demandas hasta los 70 años) y piden implantes mamarios o lipoesculturas.
Frente a tal situación surgen algunas preguntas: ¿es realmente necesario recurrir siempre a la cirugía plástica? ¿Qué es realmente la belleza? ¿Hay un patrón que debamos seguir? ¿Por qué muchas personas bonitas se ven feas, con defectos, o encuentran alguna razón para detestarse?
¿Estoy demasiado preocupada por mi exterior? ¿Confío en mi misma?
Si nos respondemos esas preguntas ya podemos hacer un resumen sobre cómo nos sentimos, por dentro y por fuera.
Puede parecer extraño, pero todo eso tiene una gran influencia en nuestra vida. ¿De qué sirve ser bella por fuera si por dentro el vacío refleja fealdad?
“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme al Señor, ésa será alabada.” Proverbios 31:30