Tamar era una de las hijas del rey David que fue deseada por su medio hermano, Amnón. Sin embargo, en un comienzo, era difícil amarla, al punto de enfermarse por ello. Pero, él tenía un amigo llamado Jonadab que era muy astuto y perverso, y le aconsejó que cometiera incesto, es decir, que tenga relaciones con su hermana para saciar su deseo (2 Samuel 13:1-5).
Amnón no pensó dos veces e hizo según la idea de su amigo. Él fingió que estaba enfermo y le pidió a su padre, el rey David, que mandara a su hermana Tamar para que lo cuidara. E, infelizmente, fue exactamente lo que sucedió, porque el rey no imaginaba las intenciones de su hijo (2 Samuel 13:6).
Tamar fue a la casa de Amnón, según el pedido de su padre, e hizo allí tortas para su hermano. Al servirlo, Amnón forzó a Tamar y se deleitó con ella, aunque ella argumentaba y le pedía que no lo hiciera (2 Samuel 13:7-14).
Después de forzarla, él tuvo aversión de ella y la expulsó de su presencia. Ella, indignada con el mal que había sufrido hacía instantes, no se calló. Colocó ceniza sobre su cabeza, rasgó su vestido real, puso su mano sobre su cabeza y se fue gritando. Fue cuando su hermano Absalón la encontró y la refugió en su casa. Y allí, Absalón comenzó a odiar a su hermano Amnón, por haber forzado a Tamar (2 Samuel 13:15-22).
No tuvo miedo
¿Cuántas mujeres pasaron por la misma situación que Tamar? Ella incluso tenía la ventaja de tener un hermano con quien podía contar, y un padre que la amaba de verdad. Sin embargo, ¿cuántas están solas en el mundo? O, ¿cuántas no tienen a quien recurrir?
David no tenía forma de saber que su hija, mantenida virgen ante sus ojos, corría riesgo dentro de su propia casa.
Pero, independientemente de la situación, la mujer que sufre violencia sexual, sea de quien fuere, necesita buscar ayuda judicial, psicológica, emocional y también espiritual.
Para eso, no puede tener miedo. Es necesario enfrentar la realidad y reconocer que necesita ayuda, así como Tamar al rasgar sus vestidos y colocar ceniza sobre su cabeza – lo que demostraba que había cometido pecado y deseaba una transformación.
La actitud de Tamar demuestra que el pecado no puede permanecer encubierto, para que se la pueda ayudar y, la persona sea curada y transformada.
Si usted ya sufrió cualquier tipo de abuso, sea más fuerte que el pecado, busque ayuda con la persona más cercana a usted, rasgue su corazón y no cargue esa culpa por el resto de la vida. Sea corajuda, confíe en el Señor y no tenga miedo.