Cuando Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza, tenía el propósito de hacerlo cooperador en el desarrollo del planeta. Dándole, por lo tanto, dominio sobre la Tierra, el aire y el mar.
Los que se arrastran por la tierra no son solo los animales que conocemos, sino también el diablo y sus demonios, pues, como registra la Palabra de Dios, fue la “serpiente” la que indujo a Eva a caer. El Señor Jesús les dijo a Sus setenta discípulos, cuando volvieron de la misión evangelística: “He aquí os doy potestad de pisotear serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.” Lucas 10:19-20
El hombre permitió ser dominado, en lugar de dominar la Tierra. Entonces, el Señor Jesús vino a este mundo y en él instituyó Su Iglesia, formada por nuevas criaturas.
Él Se entregó por ella, la salvó, la purificó y le dio autoridad, para que pudiera asumir la posición que el Padre le había dado a Adán: ¡sujetar la Tierra! ¡Él ahora espera que los hombres de Dios asuman esta autoridad y arranquen a Satanás de este planeta!
Destituyendo los principados
Cuando Daniel terminó el llanto y el ayuno de 21 días, un ángel del Señor vino hacia él diciendo que el príncipe del reino de Persia, o sea, un principado del infierno, le había resistido todo aquel tiempo, pero el ángel Miguel, uno de los primeros príncipes, había venido a ayudarlo y, entonces, obtuvo la victoria (Daniel 10).
Esto significa que cada país tiene un principado del infierno que lo controla, siendo la autoridad máxima de aquella nación mientras el hombre de Dios no tome posición y lo destituya.
El apóstol Pablo, que nos advierte al respecto de que nuestra lucha es contra los principados, potestades, dominadores y fuerzas espirituales del mal, nos garantiza que el Señor Jesús no solo ya despojó a los principados y las potestades (Colosenses 2:15), ¡sino que también los expuso al desprecio triunfando sobre ellos en la cruz!
¡Esto quiere decir que los que tomen posesión de la autoridad del Señor Jesús tienen condiciones de destituir todo y cualquier principado, potestad, dominador y fuerza espiritual del mal de cualquier país de este mundo!
Si el trabajo del hombre de Dios no está teniendo éxito es porque no asumió la autoridad que Dios le dio en Cristo Jesús. O, entonces, está permitiendo ser dominado por el principado de la nación en la que él trabaja.
La verdad es que el diablo es perseverante en el intento de destruir todo lo que es de Dios. La conquista del hombre de Dios depende de que su perseverancia sea mayor que la del diablo.
Somos la gloria de Dios en este mundo; si lo vencemos con la autoridad que Él nos dio, Él será glorificado. Podemos estar absolutamente seguros de que hay una autoridad otorgada por Dios para todos los seres humanos sujetos a Su Palabra, y esta autoridad es justamente la unción de Dios.
Ser un hombre de Dios significa asumir la autoridad de Dios aquí y ahora, en este mundo. Ahí está el secreto del éxito de todos los héroes de la Biblia: ellos asumieron la autoridad, o unción, que Dios les delegó y tomaron actitudes.
El Señor Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, él también las hará; y aún mayores hará, porque Yo voy al Padre.” Juan 14:12
Entonces, el mismo poder, la misma unción del Espíritu Santo y la misma bendición que componían la autoridad suprema del Señor Jesús en la Tierra fueron pasadas a Sus seguidores.
¡Cuando alguien asuma la autoridad de Dios en la Tierra para realizar Su voluntad, entonces el infierno va a recibir fuego! ¡El diablo huirá y las naciones serán convertidas al Creador!
* Extraído del libro “Estudio Bíblico”, del obispo Edir Macedo