Nerón lo mira a los ojos a Epafrodito, su secretario personal, y todo lo que ve es miedo. No hay dónde huir. Hace poco, el Senado romano calificó el ex-emperador como “enemigo público”. Ahora, acorralado por los soldados (otrora subordinados) los adjetivos “valiente y fuerte” no le sirven de nada. Él va a morir.
Nerón estrenó la vida el 15 de diciembre del año 37, pocos años después a la crucifixión de Jesucristo. Extravagante y habilidoso con las palabras desde pequeño, fue considerado adulto por el Imperio Romano a 14 años de edad, después de ser adoptado por su tío- abuelo, Claudio, el entonces emperador.
La muerte de Claudio, en el año 54, llevó a Nerón al puesto más alto, de la sociedad más grande de la época. Fue gobernando el Imperio Romano, en el cual el muchacho, conocido como el “poeta loco”, desarrolló el eje cultural de su pueblo. Nerón, quien enfocó su gobierno en el comercio y en la diplomacia, inauguró decenas de teatros y pruebas atléticas.
Pero no fue el buen comienzo del mandato que hizo al robusto de cabello acaracolados ser acorralado por los soldados romanos. Al contrario, la forma insensata de dirigir el imperio fue la que cultivó, poco a poco, la ira de sus paisanos.
Aunque no se haya probado, Nerón fue acusado de envenenar al legítimo hijo de Claudio por miedo de perder el trono. El hambre de poder dominó al joven y lo hizo, inclusive, asesinar a su madre quien, de vez en cuando, era acusada de querer destronar a su hijo.
Así fue que Nerón consolidó su poder.
“Embrollo Jerárquico”
Después de la muerte del Señor Jesús, el cristianismo pasó a ser visto como un movimiento dentro de la religión judía. Romanos y judíos no creían que se tratara de una nueva religión, sino de una variante de lo que ya existía.
Los primeros perseguidores de los cristianos fueron judíos que, espantados por las nuevas creencias, iban al Imperio a pedir las cabezas de los blasfemadores. Roma, como siempre, no juzgaba religión. Ellos dejaban que los propios judíos reprimiesen a los rebeldes.
Eso cambió cuando el gobierno se dio cuenta de que aquel pueblo creía en “cosas sobrenaturales”. Rotulados como “mágicos”, pues ese era el nombre de quien usaba prácticas irracionales para impresionar a gente ignorante, los cristianos pasaron a ser temidos por los poderosos.
La religión crecía cada vez más, aceptando a cualquier persona. Para los romanos, el esclavo sólo tenía derecho a trabajar. En el cristianismo, un esclavo podía ser líder. Ese “embrollo jerárquico”, sumado a la falta de adoración a los dioses romanos, provocó que Nerón persiguiera a los cristianos.
Fuego en Roma
La noche del 31 de julio de 64 (D.C.) fue iluminada por un insaciable fuego. De los 14 barrios de Roma, tan solo cuatro resistieron las llamas. Como Nerón ya era mal visto, el rumor de que ordenara la desgracia corrió más rápido que las llamas. Había poco tiempo, Nerón había mandado a matar a 18 personas por crímenes inexistentes. Entre ellos, el adorado filósofo Séneca perdió la vida. Todo eso desencadenó la presión política y popular contra el emperador. Era preciso actuar.
La solución de Nerón fue simple, culpar a los religiosos de la “maléfica” secta cristiana. Por desconocimiento, los romanos creían que el cristianismo era una práctica misteriosa y maldecida, que se reunía a puertas cerradas para sacrificar humanos, practicar la mágia y relaciones promiscuas, comer carne de muertos y, principalmente, invocar al espíritu de un criminal dotado de poderes mágicos, al cual llamaban al Rey, despreciando a todo el imperio. Para librarse de los críticos, Nerón no sólo mandó a matar cristianos, sino que también los torturó. Muchos fueron quemados vivos en la hoguera, otros fueron crucificados. Otros fueron lanzados a los leones y a los perros para que el público viera la carnicería. Entre los muertos, hubo dos que se destacaron: Pedro, el apóstol de Jesús, quien fue crucificado con la cabeza para abajo, y Pablo de Tarso, uno de los principales divulgadores del cristianismo, fue decapitado.
Por un tiempo, esas atrocidades calmaron al pueblo, pero después el Senado se rebeló, incentivando decenas de micro revoluciones populares. Después de la votación de los senadores, Servio Sulpicio Galba fue escogido emperador y Nerón huyó como enemigo público.
“¡Qué artista muere conmigo!”
Frente a Epafrodito y a los soldados, Nerón abandona su poderoso pseudónimo y vuelve a ser el muchacho Lucio Domitio Ahenobarbo. El día 9 de junio de 68, con miedo, exige que su secretario lo mate.
Al igual que el telón se cierra al terminar una obra de teatro, los ojos de Nerón se cerraron. En su comprensión, la grandiosidad de su actuación durante la vida, es inolvidable. El “víctima de la injusticia” abrió su boca, por última vez, para lamentarse: “¡Qué artista muere conmigo!”