El clima durante la revisión de los borradores del libro “El largo camino hacia la libertad” (documentos, reflexiones personales, que fueron reunidos en un volumen publicado en 1994, cuando accedió a la presidencia) es cordial y, al mismo tiempo, tenso. Principalmente por parte de Ahmed Kathrada (condenado con Mandela y otros 6 compañeros a cadena perpetua el 12 de julio de 1964), cuya función es señalar las dudas, en lugar del entendimiento del respetado líder.
“Página 62: ‘Él tuvo cierta angustia al abandonar la fe cristiana, la fe que lo había fortalecido en su infancia, fue como Pedro negando a Cristo tres veces.’.” Aun siendo musulmán, Kathrada, conoce la fuerza que tiene la afirmación. Por eso su voz es cautelosa al cuestionar. “¿Es correcto decir que usted abandonó la fe cristiana?”
“¡No, no!”
La firmeza de la respuesta de Mandela alivia a Kathrada y le da fuerzas para proseguir: “¿Estaría mal no?”
“¡Yo digo que es absolutamente incorrecto! ¡Nunca abandoné la fe cristiana!”
“Nuestro mayor miedo no es ser inadecuados.”
Frente a una multitud extasiada, Nelson Mandela habla con la misma firmeza de hace 32 años atrás, cuando fue detenido.
“Nuestro mayor miedo es ser poderosos, más allá de lo que podemos imaginar.”
Al contrario de la mayor parte de los líderes políticos que entraron en la historia, el poder de Mandela no está en la opresión, sino en la paz. En el futuro, no se leerá en ni una sola línea sobre injusticias causadas por él. En su lugar, lo que se destacará será el perdón.
Rolihlahla Madiba Mandela fue rebautizado Nelson a los 7 años por sus profesores, cuando se convirtió en el primero de la familia en ir a la escuela; nació en un poblado, en el bantustán de Transkei, en 1918. “Bantustán” fue el nombre dado por el Gobierno de África de Sur a las prisiones rurales destinadas a las personas de raza negra. Dentro de los diferentes bantustanes (que eran el 13% de las tierras nacionales) debía permanecer todo aquel que fuera natural, mestizo y extranjero de raza negra. Para salir, era necesario un pasaporte. Y ese permiso sólo se concedía a quien fuera a servir a la minoría blanca que detentaba la exclusividad de los derechos políticos y económicos.
Conociendo el origen de Mandela y su lucha, es posible notar cuán verdaderas son sus palabras.
“Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que más nos asusta.”
A los 16 años de edad, mientras cursaba el primer año en la facultad de derecho, Mandela se involucró en la lucha estudiantil y fue expulsado de la universidad. Se formó en otra institución, sin embargo, la universidad nunca más tendría tanta fuerza en su vida como la política.
“Apartheid” es el nombre por el cual se conoció a la política racista practicada en África del Sur desde el principio del siglo pasado y oficializada en 1948, después de las elecciones donde solo votaban los blancos. La raza negra no tenía derechos. Los excluían llevándolos a zonas aisladas y estaban prohibidos los casamientos entre diferentes etnias.
“Nosotros nos preguntamos: ‘¿Quién soy yo para ser brillante, lindo, talentoso, fabuloso?’ En verdad, ¿quién es usted para no serlo? ¡Usted es un hijo de Dios!”
Junto a Walter Sisulu y Oliver Tambo, Mandela fundó la Liga Joven dentro del Congreso Nacional Africano, partido político negro creado en 1912. Allí, se intensificó su lucha.
La política de resistencia pacífica llevó a miles de integrantes de la raza negra a las calles. Fueron años de protestas, caminatas, huelgas y discursos con el objetivo de la igualdad. Como Mandela siempre destacó, “nunca fue aceptado lo multirracial. La exigencia siempre fue la sociedad no racial. Lo multirracial multiplica razas. No es una cuestión de colores, sino de ideas”.
Ideas que se volvieron peligrosas. En 1960, la policía reprimió una manifestación a tiros. Resultaron heridas 180 personas y hubo 69 muertos. Eso llevó al hombre pacífico a optar por la guerrilla.
“Pensando pequeño, usted no ayuda al mundo. No hay ninguna bondad en que usted se disminuya, en retroceder para que los demás no se sientan inseguros a su alrededor.”
Consolidado como uno de los líderes de la causa, Mandela se retiró del país para entrenar tácticas de guerrilla. Estudioso constante, leyó diversos libros sobre el tema y se reunió con personas que siempre tenían algo para enseñarle. Incluso, aprendió a disparar.
No tuve tiempo para entrar en el campo de batalla que se formaba en África del Sur. En 1962, fue detenido bajo los cargos de salir del país sin pasaporte e incentivar huelgas. La pena de 5 años fue dura. Pero no lo fue tanto como la que recibiría 2 años después.
En 1964, Nelson Mandela fue condenado a prisión perpetua por sabotaje a blancos militares (acto confesado) y por colaborar en una invasión a otros países de África del Sur (acto negado).
“Todos nosotros fuimos hechos para brillar, igual que los niños. Nosotros nacemos para manifestar la gloria de Dios en nuestro interior. Eso no ocurre solo en algunos de nosotros, sino en todos.”
Mandela y otros líderes negros fueron detenidos para mantener la supremacía de la raza blanca, pero surtió el efecto contrario. Durante los 27 años que pasó encarcelado, se convirtió en un símbolo de la lucha anti-apartheid.
Su inteligencia permitió que liderase grupos, aun estando preso, pero eso no lo libró de los maltratos y el aislamiento. Perdió su libertad justamente al luchar por ella.
El apoyo, incluso internacional, fue tanto que, en 1990, el entonces presidente Frederik de Klerk liberó a Mandela y abolió el apartheid, transformando al país en una democracia.
En 1993, de Klerk y Mandela compartieron el Premio Nobel de la Paz. Un año después de que fueran reconocidos sus esfuerzos, ambos compartieron el escenario nuevamente.
“Mientras permitimos que nuestra luz brille, nosotros, inconscientemente, le damos permiso a los demás para que hagan lo mismo.”
La candidatura de Nelson Mandela como presidente junto a Frederik de Klerk como vicepresidente, demostró que para de Klerk, verdaderamente, no existen las razas. Mandela perdonó a aquellos que lo privaron de su propia vida y llevó su país hacia adelante, uniendo a personas que querían el bien de África del Sur.
El perdón no es un proceso fácil, sino una decisión sabia. Beber el veneno del rencor no derrota a sus adversarios. Mandela sufrió mucho, pero supo pisar sobre todo tipo de desigualdad para construir un país igualitario.
Frente a la multitud en éxtasis por haber elegido a su primer presidente negro, Mandela habla con la misma firmeza de hace 32 años atrás, pero con más propiedad.
“Cuando nos liberamos de nuestro propio miedo, nuestra presencia, automáticamente, liberará a otros.”